200 temas de mecánica

 

At. Madrid 1 – Granada 0

 

 
140326-GranadaLa asignatura de Mecánica del segundo curso de la antigua carrera de Ingeniería Industrial tenía un contenido de más de 200 temas. Cada uno de ellos era una farragosa y generalmente complicada demostración matemática de fenómenos físicos, como el péndulo de Foucault o la curva braquistócrona, que requiere un esfuerzo de abstracción y conocimientos de cálculo avanzado. En el examen, el pomposo catedrático sacaba un número aleatorio que se correspondía con alguno de esos temas y esa era la mitad del ejercicio. Completar la demostración de forma perfecta. Valía 5 puntos y la alternativa, no completarla con éxito, equivalía a obtener un cero. Ahí estaba la clave para aprobar la asignatura dado que los otros 5 puntos venían de un problema práctico que generalmente era imposible de resolver incluso para premios Nobel de Física. No resultaba una asignatura fácil y el número de alumnos que se acumulaban en sus listas era de proporciones bíblicas. Fue una pesadilla, pero saqué una gran lección de todo aquello que no es precisamente el puñado de nociones de dinámica Newtoniana ni la elegante aplicación del principio de Hamilton. Fue la forma de enfrentarme a los retos complicados. Había alumnos que veían los 200 temas en bloque y directamente pensaban que era imposible aprenderse todo aquello. Se convencían en un vistazo de la inutilidad de enfrentarse a algo que parecía evidente. Muchos dejaron incluso la carrera en ese punto. Ver esa montaña de papeles en bloque y pensar que tenías que metértelo de forma razonada en tu cabeza era algo impresionante que provocaba un miedo al abismo que impedía incluso empezar a mover los pies para andar. Resultó mucho más efectivo aplicar entonces el “partido a partido”. Esa técnica sencilla y antigua que sin embargo tiene más calado de lo que muchos iletrados que ocupan nuestros medios de comunicación (algunos rozando incluso el analfabetismo), son capaces de entender. La técnica se basa en concentrar los esfuerzos exclusivamente en el siguiente paso, como forma definir retos factibles y evitar escuchar el ruido aterrador del premio imposible. El único objetivo era aprender lo mejor posible el siguiente tema y nada más, sin reparar nunca en cuánto duraría aquello o en si lo más fácil o lo más difícil estaba o no por venir. Así, uno detrás de otro. Concentrándose en llegar vivo al siguiente paso. Sin levantar la vista ni especular con cosas que no estaban al alcance. Aprobé, claro, lo que me hizo ser un furibundo creyente de esa religión. Simeone lleva meses tratando de inculcar la misma filosofía en los aficionados colchoneros. También ha tratado de explicársela a los periodistas pero o no lo quieren entender o realmente no tienen capacidad intelectual para hacerlo. No caigamos nosotros en el error de imaginar cuentas. De hacer de videntes. No hagamos lo mismo. No escuchemos los cantos de Sirena. Pensemos exclusivamente en el siguiente partido porque, como siempre dice el propio Simeone, eso nos va bien y nos hace fuertes. Olvídense del calendario. Olvídense de las salidas o del último partido y concéntrense en el Athletic Club de Bilbao. Lo sé, pero nadie dijo que fuera fácil.
 
Perdonen esa introducción tan larga pero es que del partido contra el Granada se puede hablar mucho de emociones y muy poco de fútbol. Ni la insultante hora elegida por la mafia que domina la liga española fue capaz de retirar del Vicente Calderón esa mística y ese sonido que se ha instalado esta temporada en el coliseo rojiblanco. Una entrada bastante decente, para lo indecente de la hora, que estuvo con su equipo desde el principio. Un equipo que saltó al campo demasiado consciente probablemente de lo que había en juego. Bien colocado, mandando y dominando el juego, pero con la sensación de tener la zapata del freno echada. Con cierta aprensión a cometer errores. Tampoco ayudó mucho una alineación que desde mi punto de vista no se correspondía con las necesidades del encuentro. Comprensible la salida de un errático Insúa en lugar del sancionado Luis Filipe pero el acompañamiento en banda del Cebolla es algo que se escapa a mi entendimiento. Decían que podía tener la misión de tapar la incertidumbre que provoca el bueno de Insúa pero para mí el uruguayo no recorta la incertidumbre sino que la amplifica. Pero no creo que sea él el principal responsable del mediocre partido que hicieron los colchoneros. Mucho más responsabilidad tuvo la escuadra rival, un Granada muy bien plantado en el campo que había estudiado al enemigo con gran acierto. Tapando a Diego Costa y dejando a Villa que se perdiera en su propio bosque, cerrando las puertas de Arda (el único capaz de cambiar el sentido de las agujas del reloj) y obligando a los medios centros a tener que jugar muy atrás. Desgraciadamente para los andaluces, su sistema era puramente defensivo y en ataque todo lo dejaban a la inspiración improvisada de sus hombres de arriba, pero ahí tenían un par de puntales (El-Arabi y sobre todo Brahimi) que pusieron las cosas difíciles a la defensa colchonera en varias fases. La primera parte fue eso, centrocampismo estéril que moría en las inmediaciones del área. Salvo un gol anulado a Costa y las jugadas a balón parado, no hubo mucho más.
 
La segunda parte fue muy parecida de inicio pero con la salvedad de que el Atleti se fue descaradamente hacia arriba para tratar de meter un gol por lo civil o lo criminal. Con muy poco fútbol, eso sí, lo que me hace volver a intentar entender por qué no estaba Diego Ribas en el campo. Pensamiento que se hizo todavía mucho más fuerte cuando Sosa entró por Cebolla como primer refuerzo. Probablemente sea de los pocos que reclama a Diego de titular y por su puesto esto no supone ni un átomo de merma en mi confianza en Simeone, pero no entiendo que no juegue cuando es el tipo de jugador que tiene precisamente aquello de lo que adolece el equipo. El Principito tuvo sin embargo buenos detalles en el campo. Sigue mostrando una indolencia que asusta y le falta entrar más en juego pero poco a poco intuimos porque está jugando en este equipo. Suyo fue de hecho el saque de esquina que motivo el único gol del partido. Balón al área que esa bestia llamada Diego Costa remató a la red. 1-0. La grada respiraba aliviada pero consciente de la dificultad de lo que estaba pasando en el césped se puso a alentar a su equipo. Un equipo que se echó para atrás a defender el resultado provocando el pánico entre los que nos congelábamos en la grada. Realmente el Granada no tuvo una sola ocasión de gol pero la sensación hasta que terminó el encuentro fue la de que en cualquier momento podía ocurrir lo peor. Pero no, lo que ocurrió fue que el Sevilla marcaba en su estadio y ganaba al Real Madrid. Dato que provocó el delirio del respetable y que nos recordó lo bonito que es el fútbol cuando los partidos de liga se juegan a la vez.
 
Tres puntos más. Somos todavía más líderes y quedan 8 partidos. Estamos casi en abril, falta poco para que acabe el fútbol de clubes, está todo por decidir y el Atleti está en la pomada. Hace ocho meses soñar con esta situación se asemejaba bastante a estudiar 200 temas de Mecánica. Tenemos la suerte de vivir un milagro, un sueño, que se puede tocar y sentir. Paladear y degustar. Aprovechémoslo. No seamos tan estúpidos de sufrir por cosas por las que no merece la pena sufrir. Especialmente porque ni siquiera han ocurrido.
 
 
Ennio Sotanaz  @Enniosotanaz