7-0, uno por cada internacional

 

Fran Estévez @FranOmega 

 

Alguna vez tendríamos que descubrir qué hay detrás del maltrato sistemático a los jugadores del Club Atlético de Madrid en la Selección Nacional Española.

Probablemente algún despistado piensa que es cosa de hoy, porque Luis Enrique nos tiene manía, o el actual cuerpo técnico no puede ni ver al Cholo, o todos sus esfuerzos se centran en conseguir que Sergio Ramos, que juega todos los partidos aunque sea durante un par de minutos, bata los récords mundial, universal e intergaláctico.

Pero sin descartar nada, porque no podemos, lo cierto es que basta con repasar la lista de internacionales atléticos, y centrarnos en décadas gloriosas como fueron los Sesenta y los Setenta, para encontrarnos que Gárate jugó 19 partidos con la Selección. Gárate. Diecinueve.

Calleja fue 13 veces internacional, las mismas que Leal, Marcelino y Capón. A Adelardo le alinearon una vez “por error” y consiguió jugar 14. Collar y Ufarte jugaron la friolera de 16 partidos; Irureta, 6; Melo, 2; Peiró, 12; Luis, 11 … Y consiguieron salirse de la tabla Feliciano Rivilla (26) y Jesús Glaría (20). Qué tíos.

Se dice, y con razón, que entonces se jugaban menos partidos. Pero en esa misma época, las cifras de Gento (43), Pirri y Amancio (41), Iríbar (49), Migueli (32) o Asensi (41), nos dan una medida exacta de por dónde iban los tiros. Don José Eulogio Gárate coincidió en el tiempo con otros grandes arietes, con quienes forzosamente tuvo que turnarse en la Selección. Pero las 19 internacionalidades del Ingeniero del Área, contrastan dolorosamente con los 45 partidos de Quini, y los 56 de Santillana.

Ya conocemos lo de ahora. Vemos juntos a Koke y Llorente, y nos parece mentira. Pero … ¿Y antes?. Pues antes fue igual o peor, y en una justa vendetta atlética voy a centrar el presente artículo.

Situémonos: el Club Atlético de Madrid ya había ganado la Liga 49-50, e iba camino de ganar también la 50-51, ambas bajo la dirección del genial Helenio Herrera.

Como ya hemos dicho, entonces se jugaban muchos menos partidos de selecciones, no existían estos parones insufribles de ahora, tampoco competiciones internacionales de clubes, y además había un profundo sentimiento patriótico que no distinguía entre ideologías, por lo que la Selección Nacional representaba el prestigio futbolístico del país, se estaba pendiente de sus convocatorias y, por supuesto, se discutían con vehemencia y pasión.

En febrero de 1951, España se iba a enfrentar con Suiza. Había un trío de seleccionadores, y decidieron disputar un partido de ensayo un mes antes, frente al Plus Ultra, filial del Real Madrid.

Y para pasmo general, el triunvirato seleccionador convocó a siete jugadores del Real Valladolid, entre ellos Coque, que años después jugó en el Aleti, y sólo a uno del equipo rojiblanco Campeón.

La versión oficial, ante la sorpresa general, fue que aquél Atlético de Madrid giraba en torno a Ben Barek y Carlsson, extranjeros ambos, mientras que en el Valladolid todos eran españoles, y preferían mantener el bloque albivioleta, trasladándolo al equipo nacional.

Pero la pasión madridista traicionó a Félix Quesada, componente del del trío seleccionador y ex jugador madridista (21-36) y, en medio de la polémica, declaró:

“Yo no voy nunca va al Metropolitano, porque no me interesa el fútbol que se ve ahí”.

Con la plantilla y Afición atlética dividida entre la indignación y el cachondeo, el 18 de enero se juega el amistoso con el Plus Ultra, y en la alineación hay seis de los siete jugadores del Valladolid convocados, porque Lesmes II se lesionó. El único atlético de la lista, Alfonso Silva, ni siquiera forma en la alineación inicial.

Pero el Destino, siempre burlón, a veces ayuda y, sólo tres días después del oprobio, el 21 de enero, el Valladolid, convertido en “equipo de moda” por los seleccionadores, llega al Metropolitano como tercero en la tabla clasificatoria.

El anfitrión, nuestro Aleti de Helenio Herrera, no sólo es el mejor (Campeón vigente y líder de una Liga que, como queda dicho, volvió a ganar), sino que además está muy picado.

Helenio Herrera había entrenado antes al equipo albivioleta, lo conocía bien, y aprovechó el “oprobio nacional” para soliviantar a su equipo, llegando al extremo de declarar que había que meterles siete goles, uno por cada internacional.

Lo gracioso es que, efectivamente, el Aleti gana 7-0, entre el delirio general, con un juego excelente, que barre sin contemplaciones al septeto designado como armazón del equipo nacional.

“El balón se deslizaba sobre el césped, de un jugador a otro, con matemática precisión, como si estuviera atraído por un poder magnético…”, escribió Helenio Herrera en su autobiografía.

Los goles los marcan Juncosa (3), Carlsson (2), Ben Barek y Escudero y, como cuenta Alfredo Relaño: “El Valladolid cae bruscamente de la nube, el Atlético alcanza el delirio y sobre Quesada, al que siempre se responsabilizó de la idea, cae el oprobio.”

Pero recordemos que justo a continuación, el 18 de febrero, llegó el España-Suiza, ya que el partido frente al Plus Ultra no fue más que una mezcla de entrenamiento y amistoso. El trío seleccionador desechó su idea de bloque, pagaron los platos rotos los siete del Real Valladolid (sólo convocaron a dos, que no jugaron el partido) y, del Atleti Campeón y líder, sólo hay otros dos, Mencía y Silva, que al menos juegan como titulares.

Nada que hacer, con Quesada y sus adláteres, para Aparicio, Hernández, Lozano, Juncosa, Escudero …

España goleó a Suiza (6-3), con un equipo multicolor compuesto por jugadores de ocho equipos, ninguno de ellos del Valladolid.

Félix Quesada y sus compañeros, dejaron de ser seleccionadores ese mismo año, el Atleti fue Campeón de nuevo y, el Real Valladolid, acabó en 6º puesto.

Aquella ocurrencia del seleccionador madridista y aquél “7-0, uno por cada internacional”, acabó pues en revancha y cachondeo. Como debe ser.