A medio gas

 

At. Madrid 1 – Ath. Bilbao o

 
 
140124-AthleticLa Copa del Rey es una competición muy bonita, dicen (decimos) los que sienten cierta añoranza por el fútbol épico e intenso que se da en esas competiciones en las que te juegas la vida a un solo partido. Ese fútbol que recuerda a los orígenes del fútbol y esas reglas concretas e implacables que no perdonan un mal día y que son también caldo de cultivo para historias épicas en las que David, para variar, puede ganar a Goliat. Pero eso era antes, como diría mi progenitor. La realidad contemporánea es mucho más aséptica y nos presenta un panorama bien distinto. El Campeonato de España, la Copa del Rey, desgraciadamente empieza a ser cada vez más tarde una verdadera competición emocionante y mágica. Las tercas leyes del mercado, que parecen aplicar a todo, han convertido la competición en un espacio con muchas aristas, interés relativo y múltiples grados de aproximación. Los humildes desparecen antes de que lleguen los poderosos, la clase media pisa el freno cuando mira el cuadro y ve que es absurdo quemarse ahora, a las diez de la noche frente a cuarenta personas en la grada, cuando te van a eliminar en la ronda siguiente y los grandes reservan fuerzas para empresas mayores. En los cuartos de final de la presente edición vemos, por ejemplo, como muy pocos equipos afrontan los partidos con su alineación titular lo cual, teniendo en cuenta que de pasar la eliminatoria significaría estar en semifinales, es cuando menos significativo y bastante descorazonador.
 
Teniendo esa lectura en mente, sorprende menos observar la alineación con la que el Atlético de Madrid encaró el partido. Cuatro reservas con pocos minutos (Alderweireld, Guilavogui, Cebolla y Adrián) más el jugador número 12 de la plantilla (Raúl García) eran de la partida inicial. Y se notó. El equipo salió al campo más o menos con su esquema táctico habitual y con las señas de identidad reconocibles pero no era lo mismo. Lógicamente. La intensidad estaba pero era de un grado menor. La línea de presión aparecía desajustada y su efecto se diluía demasiado fácil. La conexión entre líneas no existía y una vez más había que recurrir con demasiada frecuencia al pase largo. Los falsos interiores estaban demasiado estáticos en banda con lo que cerraban el camino a los laterales y hacían que se perdiese cierto control en el centro del campo. Y así podríamos seguir relatando toda una sucesión de pequeños detalles, ninguno verdaderamente dramático por si sólo, que hacían que el juego fuese espeso, lento y poco vertical. Enfrente un Athlétic bien plantado en el campo, gracias al excelente entrenador que tienen, con mayor y mejor trato del balón, que tenía más fácil que otras veces parar el juego del rival y que se veía también con mayores posibilidades de llegar al área contraria, algo que en su anterior visita al Calderón no fueron capaces de hacer. Pero los vizcaínos tienen un problema en la parte de arriba y sus posibilidades de gol se diluyen según se acercan al área contraria. Me temo que son muy dependientes de que el partido se rompa, se desequilibre y se ponga en modo épico, para que así sus posibilidades de gol aumenten. Tan es el caso que las mejores ocasiones fueron siempre del Atleti, el de Madrid. La primera parte (y en realidad durante todo el encuentro) la sensación era que el partido estaba encendido, con las alarmas puestas, con los mínimos niveles de intensidad, rigor táctico y preocupación, pero sin soltar del todo el pie. A medio gas.
 
El partido sirve también para comprobar que esa reticencia de Simeone a realizar cambios de peso en la plantilla tiene bastante lógica. Adrían, en la enésima oportunidad que tiene, volvió a dejar claro que tendrá mucho pero que da muy poco. Su aportación fue mínima, siguió con las mismas dosis de nerviosismo e imprecisión de siempre y para colmó falló un mano a mano que le había regalada un Koke que volvía otra vez por sus fueros. En el otro lado el Cebolla Rodríguez se solidarizaba con su compañero. Luchador y empático pero intrascendente y errático. Perdido, desconectado y con cierta tendencia a liarse en su propia trampa. Raúl García volvió a dar credibilidad a esa tesis que dice que sus aportación es mucho mejor cuando sale desde el banquillo que haciéndolo de inicio. Pero la palma se la lleva un Guilavogui que en ningún momento se hizo con su posición. Una posición clave además en el esquema de Simeone. Estático, con fallos sistemáticos de colocación y desesperadamente lento, lo cierto es que no veo al francés este año  jugando demasiado en el equipo. Me temo que la llegada de Mario le va a regalar numerosos minutos de inactividad. Sólo un Alderweireld serio y comprometido se puede salvar de la quema (aunque dejó algunas dudas en el tramo final del partido). Pero el belga tiene difícil jugar también con las alimañas que tiene delante. Ayer le tocó a Godín demostrar el excelente estado de forma, siendo además la baza ofensiva más peligrosa de su equipo. Suyo fue el único gol del partido, tras remate de cabeza brutal a otro pase magistral de Koke, y suyo podría haber sido el siguiente si en la segunda parte hubiese acertado a rematar, también de cabeza, otro centro desde la izquierda tras una jugada a lo Beckenbauer que él mismo había iniciado.
 
Me preocupa Diego Costa. Ha perdido chispa y ha ganado ansiedad. Vuelve a tirarse en exceso y vuelve a buscar la provocación del rival como recurso recurrente. Vuelve a preocuparse más del continente que del contenido y está siendo poco inteligente a la hora de lidiar con esa evidente (y bochornosa) campaña que hay también en su contra. Es patético ver como los focos están siempre puestos en su persona pero él debería ser consciente de ello y dedicarse a ser simplemente un buen jugador. Es patético como los árbitros vienen al Calderón a demostrarle al mundo que son bastante más chulos que Diego Costa pero si al final de la primera parte lo expulsan por un plantillazo estúpido, esa tarjeta (la otra es discutible) hubiese sido justa y nadie podría haber protestado de su expulsión.
 
La segunda parte empezó con Gabi en el campo y eso empezó a poner las cosas en su sitio, que se terminaron de completar con la salida de Arda minutos después. El Atleti tomó así algo más de control, el Athletic empezó a sufrir mayores dificultades en su juego y el partido se murió entre esporádicas ocasiones colchoneras (poco claras, para ser sinceros) y tiros de lejos de los bilbaínos que no conseguían despeinar a Courtois.
 
Espadas en todo lo alto, que dirán los amigos de las frases hechas. El resultado es bueno pero no definitivo y se espera un partido complicado en el nuevo San Mamés donde el equipo local será capaz de llevar el partido a esos niveles de adrenalina y testosterona en el que se sienten tan superiores. Debemos confiar en el equipo de Simeone, curtido ya en batallas de este tipo. Simeone, como los jugadores (y como nosotros), será consciente de que un gol nuestro obligaría a los vascos a tener que meternos tres. Algo que todavía no ha hecho nadie en esta temporada. 
 

Ennio Sotanaz  @Enniosotanaz