Con frecuencia, uno se pregunta a qué suena el Calderón, qué música debería sonar antes de los partidos, qué canciones caldearían el ambiente general del estadio o servirían para dejar claro en bares, bingos, salas de fiestas, bautizos, bodas y comuniones que los que pinchan la música son del Atleti y tienen razones para estar orgullosos de ello en ese momento.
Los aficionados del Celtic y el Liverpool cantan “You’ll never walk alone”, aunque ambas aficiones, cantarinas, han hecho de “Just can’t get enough” y “Fields of Athenry” parte de la identidad y la fiesta. Los del City cantan “Blue Moon” y los del Chelsea abren los partidos haciendo coros a “The Liquidator” de Harry J All Stars, además de escuchar por megafonía (al menos en desplazamientos, que uno nunca ha estado en Stamford Bridge) algunas canciones de Madness, cuyo líder, Suggs, es un reconocido fan blue. En la grada del Swansea se canta “Delilah”, pero para eso hay que tener vozarrón y esa cultura de música coral de los galeses que tan boquiabierto deja a los visitantes en los partidos de rugby del Millenium Stadium. En Argentina se adaptan en la grada canciones de moda y no tan de moda, que acaban llegando a las gradas españolas en un ejercicio de mimetismo y pereza consistente en cambiar únicamente el nombre del club o el estadio, lo que hace que en casi todos los estadios españoles las canciones sean exactamente las mismas. En otros campos es el propio club el que “ayuda” a la adopción de un himno: uno recuerda al Atleti empatando en Champions en el Amsterdam Arena en un gran partido de Bejbl y Esnaider, y cómo por megafonía sonaba “One step beyond” en el momento en el que marcó el Ajax, contribuyendo al alborozo general de la afición local.
En el Calderón, hasta donde uno recuerda, nunca se ha cuidado este aspecto. Por megafonía, antes de los partidos y en el intermedio, han sonado himnos y canciones atléticas de regusto antiguo y a veces rancio, y hace algunos años sonaba en el intermedio “Friday, I’m in love” de los Cure. Alguna lumbrera tuvo a bien poner por megafonía “The eye of the tiger”, la canción que reclamó como himno de la sección de baloncesto del tercer equipo de Madrid el marido de Paquita Torres; ¿es que no había otra, oiga, es que no había otra?
Para el Centenario se encargó un himno a Sabina que no sonó casi nunca en el Calderón, al parecer por motivos jurídicos; el himno de Sabina, con música del muy atlético y muy de pro Pancho Varona, no acabó de cuajar entre la afición, quizás por la percepción de Sabina como un atlético sin acreditado pedigrí de grada aferrado a esa imagen romántica del Pupas que tanto daño ha hecho al equipo y tanta alegría ha dado a rivales nuevos e históricos. Aún así el himno, que es más bien una canción larga y llena de nombres, sí recogía buena parte de elementos de la identidad del Club y la afición. Ni con este himno en las manos supo o quiso el Club dotar de identidad musical a la grada – y quizás no lo hubiera conseguido aún queriendo – y uno no recuerda qué sonaba por megafonía el día del desfile de los de Sensación de Vivir, pero se teme lo peor. En general, pues, resulta complicado asociar al Atleti con una canción en concreto.
Si se quisiera hacer esta identificación y elegir un tema para abrir las veladas en el Calderón, el que suscribe entiende que se debería hacer independientemente de filias y fobias personales, de gustos musicales y manías hacia intérpretes, incluso de la condición de colchoneros de los mismos. Obviamente no sería aceptable una canción de un intérprete afín a algún equipo rival, en especial del irritante vecino del Norte; esto excluye, para nuestro alivio, a Jose María Cano y, sobre todo, a Ramoncín. Lo ideal sería un tema escrito por un atlético, claro, pero lo suyo, sobre todo, es que fuera una canción que reflejara bien a qué suena el Calderón, la personalidad que transmite la grada, el rugido que empuja al equipo a dejarse el alma para ganar los partidos cuando todo está en contra. ¿Dónde está esa joya?
Resulta complicado definir a qué suena el Calderón: cada uno lo definiría de una manera, a cada uno le suena un matiz diferente, cada aficionado desearía que la definición del sonido de la grada coincidiese exactamente con su gusto musical, con su grupo favorito. Resulta más fácil, quizás, decir a qué no suena el Calderón. El Calderón no suena, claramente, a himno grandilocuente y operístico como ese engendro cateto del centenario del tercer equipo de la capital; no suena a flamenco, a pesar de ser el Atleti el amor común de muchos aficionados cabales y cantaores de pro; no suena a grada electrónica, ni a canción del verano, ni a canción de Abba ni a canción española de bata de cola y abanico. No suena a reguetón ni a pop facilón, no suena a música clásica ni a gaita escocesa ni a fagot ni a oboe ni a piano de cola. A acordeón tampoco suena. Ni a Celine Dion, a eso seguro que no.
Si uno tuviera que decir algo, lo primero que diría es que el Calderón le suena a guitarra. Eléctrica, no española. Eléctrica, no acústica. A guitarra, a guitarreo, a guitarra rasgada, a rabia y ganas de pelea. A cerveza Mahou fría y garganta caliente, a tropa de asalto algo desarrapada pero de mandíbula apretada. A algún lugar entre el punk y el heavy. El Calderón suena a “Cum on feel the noize”, y casi más a la de Quiet Riot que a la de Slade; “Cum on feel the noize” explica además a qué se va al Calderón, en qué consiste la liturgia de una grada rugiente. “Cum on feel the noize” es de 1973, de los años del Atleti grande, el Atleti Campeón de Europa en Bruselas (en el tiempo reglamentario).
El Calderón suena también a AC/DC, a “You shook me all night long” en el estadio de River, a la grada cantando letra a los punteos y saltando sin parar; a “Thunderstruck”, melenas, trueno y fuego sin cuartel a la señal del Cholo (aunque la canción tarda hasta que llega la orden de asalto), a “Hell’s bells” anunciando al rival que se va a meter en un lío y de los gordos a golpe de campana. A servidor también le suena el Calderón a la rabia del “In the city” de los Jam y a la declaración de principios del “Guitar and drum” de Stiff Little Fingers, cantable puño en alto y a voz en grito. El Calderón suena a “The boys are back in town” de Thin Lizzy – siempre y cuando el equipo vuelva de un partido duro fuera de casa -, a “Surrender” de Cheap Trick y al “Blitzkrieg bop” de los Ramones en día de descarga de energía.
Resulta raro, sin embargo, que el Calderón suene en inglés. Parecería más acorde que en el Calderón sonara un himno que todo el mundo entendiera y pudiera cantar en la grada o en su graduación, en el karaoke de la cena de empresa, en cualquier sitio en el que a uno le apeteciera decir a voces que es él es de los nuestros, que aquí hay uno del Atleti, hombre ya. La canción para el atlético, la que sonará el día de su boda y en su funeral, en el móvil y el día su cumpleaños, al salir la tarta y caer los globos rojos y blancos. La canción que indica que el que se ha hecho con el mando de los platos comparte religión y forma de ver las cosas, una canción para levantar la cerveza e invitar a tercios, para que suene en Neptuno en día grande y en casas y bares de Australia o Alaska en día de morriña, una canción para llevar siempre encima y poner sobre la mesa con un puñetazo en momentos de euforia, de nostalgia, de reivindicación o simplemente porque a uno le sale de las narices.
En castellano, el Calderón le suena al que suscribe rabioso y la vez alegre, intimidador y divertido, comprometido pero feliz por compartir el momento. Suena quizás al primer disco de Tequila, a los Enemigos, a bares oscuros de suelos pegajosos. El Calderón suena al “Hey tío” de Glutamato Yeyé y, más aún, al “Soy un socio del Atleti” grabado en directo en la Sala Universal de Doctor Esquerdo en 1987 entre bufandas del Atleti, repitiendo la toma en la que se mencionaba al traidor Llorente para, cosas del destino, que la versión buena fuera la que mencionaba a Arteche.
Con todo, creo que a casi todos el Calderón no suena a guitarras de Carabanchel y declaraciones de principios, a “así somos y así nos gusta ser”, le pese a quien le pese. Tras mucho darle vueltas al tema, si uno tuviera que elegir una única canción, un himno para la grada, la canción con la que abrir los partidos y cerrar las temporadas, elegiría un tema guitarrero escrito por un atlético confeso, por un tipo grande que deja claro que no se siente como tal, alguien que, como el equipo del Cholo, tiene claro cuál es su sitio y lo que cuesta mantenerlo. Un tipo que es el orgullo de su barrio por más pudor que le dé, el único que ha alzado la voz ahora que las cosas no van bien, un tipo estupendo al frente de Leño, un grupo estupendo. “Maneras de vivir” de Leño, el título dice ya mucho.
Carlos Fuentes @ElRojoyelBlanco