by Alfredo Hernández
Yo me llamo Alfredo, como paliativo.
Mi abuelo materno, Blas Pardo, nació en una pedanía próxima a Espinosa de los Monteros, a 50 km de Bilbao. Muy joven se trasladó a Madrid donde, como es lógico, trabó amistad con un grupo de jóvenes vascos que jugaban al deporte de moda, el football. Estos chavales jugaban de rojo y blanco y él llegó a jugar en los años 20 como portero.
Contrajo matrimonio con una madrileña guapísima y acomodada y le dio por procrear, incluso en tiempos complicados como la guerra civil.
El matrimonio tuvo cinco hijos, el tercero varón después de dos hijas estupendas, una de ellas mi madre, pero que daban poco juego para disfrutar con ellas en el football.
Finalizada la guerra arrancó un negocio novedoso, tienda de artículos deportivos, que decidió llamar Condor.
Ese primer hijo varón se llamó Alfredo y como era lógico, era hincha del Atleti. Estudiaba en el Pilar, jugaba al football como los ángeles y acompañaba a su padre al Metropolitano a disfrutar del que entonces era el mejor equipo de la capital sin duda alguna.
También era conocido de los jugadores, su padre se los presentaba cuando acudían a la tienda a recoger sus botas, en muchos casos hechas a medida. Así charlaba con Ben Barek o se pasaba el balón de cabeza con Escudero.
Pero el destino quiso que una infección, que hoy se curaría con un sobre de antibióticos, segará su vida de modo cruel.
Mi abuelo no volvió a pisar el Metropolitano.
Pasados los años su segunda hija, mi madre, le dio su primer nieto y efectivamente, se le puso el nombre de Alfredo.
Este Alfredo, también era muy del Atleti y gracias a su abuelo pudo conocer a Garate o Luis, en la misma tienda donde antes iban Ben Barek o Escudero.
Alfredo se hizo socio del Atleti en el 68 y acudía al Manzanares con su padre.
En el año 69, en las vacaciones de Navidad, el padre de Alfredo tenía un gripazo importante. el Atleti estaba, tras años malos (que también los había entonces) peleando el título de la mano de Marcel Domingo. Habíamos comido en la calle Lista, en casa de mis abuelos y las toses de mi padre hacían presagiar lo peor, me quedaba sin fútbol, que desastre.
¡Se me encendió una luz, abuelo llévame al fútbol tú!
Mi abuela miro al techo, mi madre a la ventana, mi padre tosió y mi abuelo se levantó de su sillón. Unos segundos de silencio que se podía cortar con un cuchillo.
¡Y por fin, la voz de mi abuelo! ¡Concha (era el nombre de mi abuela) busca las pastillas para el corazón que me llevó al niño al fútbol!
Nos fuimos en su Dodge, aparcamos en la ribera del Manzanares (qué bien se aparcaba entonces) y cuando entrábamos en el campo (a medio construir, le faltaba la grada cubierta) note un apretón en mi mano.
Jugamos contra el Sevilla, ganamos 1-0 en el último minuto con gol de Adelardo de cabeza.
Volvimos a Lista y nos recibieron como héroes.
Desde entonces mi abuelo volvió muchas veces al Manzanares, luego al Calderón.
Vivió hasta los 93, siempre fue del Atleti, cuando falleció era el socio número 2.