At. Madrid 3 – Levante 2
Tengo serias dificultades para deslizar los dedos por las teclas del ordenador porque todavía me tiemblan. Ese es el efecto que me ha dejado el Atleti-Levante de hace un rato. Por circunstancias de esas fechas tan señaladas en las que nos encontramos, no he podido acudir al Calderón y he tenido que ver el partido en un lugar público, precisamente en tierras levantinas. Reconozco que me dan tradicionalmente mucho miedo los partidos pre-navideños y me temo que ese complejo va a seguir vivo en mi interior, al menos otro año más. Son partidos raros en los que el equipo, al igual que yo, estamos tradicionalmente fuera de sitio. El Atleti hoy no ha sido ese equipo robusto, rocoso, impenetrable y mandón al que estamos acostumbrados. Lo ha pasado mal, ha mostrado destellos de zonas oscuras de las que ahora podemos hablar pero prefiero quedarme con otra cosa. Con esa forma de irse a por el partido sin reservar un átomo de esfuerzo. Con la cara de Godin tras marcar el primer gol. Una cara que me parece una fotografía excelente de lo que es ese equipo y de lo que es ese vestuario. Me quedo con el derroche físico brutal e inconsciente que más tarde pagarían. Y me quedo con el resultado. Una victoria, la enésima, que nos mantiene en lo más alto de la tabla justo antes de acabar el año y brindar por lo que dejamos atrás. El partido ha sido tenso y he tenido que masticar más nervios y tensión de lo que estaba previsto pero el sufrimiento sabe mucho mejor cuando vale para algo. Bendito sufrimiento. Bendito año 2013.
El partido empezó con sorpresa. El Levante de Caparrós salía al campo con un nivel de intensidad muy superior a los colchoneros, y eso son palabras mayores, lo que les permitió dominar con creces los primeros segundos. El equipo granota llevó la iniciativa, asustó con una primer acercamiento y silenció al estadio con un gran gol. No habían pasado ni dos minutos. El Atleti, poco acostumbrado a nadar en estas aguas, se quedó aturdido. Raro, muy raro, en el equipo de Simeone pero la realidad es que los rojiblancos parecían sonados y el Levante un equipo con las ideas muy claras. Se habían cambiado los papeles. Durante diez minutos ese fue el guión del partido y en el aparecían con inusitada intensidad muestras de nerviosismo, imprecisión y errores en una zaga, la colchonera, que llevaba meses rozando la excelencia. Gran trabajo de los de Caparrós que sin embargo, tengo la duda que si orientados por su entrenador o no, decidieron defender demasiado atrás echando el guante al equipo madrileño. Y ese fue su error. El Atleti, aupado en un orgullo y una ambición que no estaba aquí hace poco pero que ha venido con su entrenador, se fue a por el partido y aunque aparecieron signos evidentes de ansiedad, malo, junto a varias imprecisiones que podían haber resultado en un efecto letal, malo, desarrollaron un derroche físico y emocional fabuloso. Poco a poco fueron cerrando al equipo rival a base de empeño y fuerza y empezaron a sucederse jugadas de ataque, fundamentalmente a balón parado. Sinceramente es muy difícil no sentir empatía con el equipo que se vio en esos minutos. Muy difícil no sentirse colchonero en esos momentos, independientemente de lo que ponga en el marcador. A pesar de un Villa que cada partido que pasa está más cerca de ser una rémora que un jugador fundamental y a pesar de un Tiago que en estos partidos de entrega y derroche físico se pierde para aparecer vulnerable y fallón. Pero ahí estaban los demás, especialmente oh rey Arda Turan y sobre todos un Juanfran soberbio. Suyo fue el pase a la cabeza de Godin que el uruguayo remató con el corazón para hacer el 1-1. El Atleti siguió empujando y Villa pudo haber dado la vuelta al partido antes del descanso pero los levantinos se fueron vivos al vestuario.
Pero duró poco ese empate. Al poco de volver al césped un balón colgado al segundo palo es empalado con la zurda de Diego Costa de forma imposible para hacer el segundo. Soberbio gol del hispano-brasileño que es evidente que no tiene límite. Hoy volvió a desesperar a la defensa rival y volvió a ser letal en el área. Ya no hay dudas de que en todo lo bueno que le pasa al Atleti en los últimos tiempos él tiene bastante culpa. Los de Simeone levantaron entonces el pie del acelerador. Era imposible mantener ese nivel mucho más tiempo y enseguida se vio que las reservas estaban tocadas. Que el equipo pagaría en algún momento las consecuencias. El balón seguía en campo levantino y la iniciativa parecía seguir correspondiendo al Atleti pero la chispa no era la misma. Algo completamente comprensible, por otro lado. Estoy convencido de todas formas de que el partido hubiese muerto de seguir con esa dinámica unos minutos más y que lo más probable es que hubiese llegado el tercero de los del Cholo más temprano que tarde pero lo que ocurrió fue algo casi inédito, un fallo de Koke, que propicio una genial cabalgada de Pedro Ríos para que de forma valiente se plantara delante de Courtois y resolviese de forma magistral. El Levante empataba y el partido se complicaba de manera importante. Casi insalvable. Los rojiblancos tenían el balón y querían atacar pero ya no tenían velocidad ni frescura ni fuerza. La cara de los jugadores mostraban evidentes signos de agotamiento y las ideas se agolpaban en jugadas demasiado previsibles. La cosa pintaba mal pero los jugadores siguieron buscando recursos donde no los tenían y siguieron mirando hacia delante, una de las premisas de Simeone: nunca girar la mirada. Siempre hay que seguir. Y siguieron. Y lo intentaron por izquierda y por derecha, hasta que llegó el enésimo pase diagonal a la espalda de la defensa valenciana que Juanfran recogió dentro del área. Es cierto que el defensor levantino llega tarde y lanza la pierna pero a mí, incluso viendo la repetición, me cuesta ver que eso sea penalti. Pero lo pitó y Diego Costa lo transformaba aupándose a lo más alto de la tabla de goleadores, aupando a su equipo al primer puesto de la clasificación por el camino. Los últimos minutos fueron de agonía extrema. De esa que no habíamos vivido esta temporada. El levante se fue a por un partido sintiendo que el marcador no hacía justicia a lo que había pasado (y tenía razón) mientras el Atleti se desangraba tirando de las últimas trazas de energía que todavía le quedaban. Pero lo consiguieron. Ganaron el partido y siguen invictos en casa.
El Atleti despedirá el año en lo más alto de la tabla, con un equipo compacto, robusto, unido y convencido de que puedan ganar a cualquiera, algo tan difícil de tener como maravilloso de disfrutar. Disfrutémoslo. Despidamos el 2013 como se merece y recemos para que el 2014 sea lo más parecido posible. Y ustedes disfruten de las fiestas navideñas y tengan una feliz entrada de año. Les deseo lo mejor.