Real Madrid 3 – At. Madrid 0
Cuando después de la segunda guerra mundial japoneses y estadounidenses idearon las reglas de los sistema de calidad y de lo que después se denominaría Calidad Total, lo hicieron reparando en cosas en las que anteriormente nadie había reparado. Por ejemplo no solamente se limitaron a procedimentar los procesos repitiendo mecanismos seguros, como forma de evitar errores, sino que enfocaron sus esfuerzos a prevenir actividades erróneas en lugar de a corregirlas. Pero también aplicaron métodos estadísticos para analizar los sistemas y concluyeron que aun reduciendo los motivos de error, ajustando los procedimientos y aplicando todos los mecanismos posibles, estadísticamente el error aparece periódicamente. El reto estaba por tanto en ampliar lo más posible la frecuencia de ese error. El Club Atlético de Madrid es una maquina que funciona como un reloj. Lo digo yo y lo dice la prensa internacional. Es evidente, además. Sabe a lo que juega, tiene los movimientos automatizados conoce sus armas, reduce sus defectos y es generoso en la disciplina. Pero también es víctima de los rigores de la estadística, especialmente teniendo en cuenta que es una máquina compuesta por seres humanos, por lo que periódicamente tiene que fallar. Tenía que fallar. El problema es que lo ha hecho hoy, en el peor momento y el peor escenario posibles.
Como ustedes comprenderán fácilmente, no tengo el ánimo como para darme a la lírica recreándome con gracia en lo que ha sido el partido de hoy, pero es que sinceramente tampoco creo que merezca demasiado la pena. Objetivamente ha sido un partido horrible, trabado y feo, en el que apenas ha existido fútbol. Pero es verdad que otras veces, cuando hemos ganado, eso no nos ha importado. Podemos también ponernos a buscar errores tácticos, buscar culpables o analizar las causas de la debacle que ha sufrido el equipo de Simeone pero yo lo veo más como un colapso general, un fallo en cadena, que como otra cosa. El partido en teoría comenzó como se esperaba, con el Madrid teniendo el balón y el Atleti compacto esperando fuera de su área. De hecho la cosa pintaba mejor, con esa línea de tres cuartos, con Turan y Diego, que a priori prometía mejor trato del balón que otras veces. Tuvimos incluso un atisbo de ilusión durante los primeros diez minutos en los que el Madrid dominaba pero el Atleti salía con criterio de su campo. Nada. Un espejismo. Enseguida el Madrid se quedó con el balón y el Atleti, sin defender bien, robaba el balón muy atrás (cuando lo robaba), rifándolo después en seguida. Los cuatro de arriba estaban inéditos mientras Koke y Gabi no acertaban a controlar el centro del campo. En un partido muy trabado, el Real Madrid puso más intensidad que su rival y ahí empezó a ganarlo. Algo verdaderamente insólito. Es probablemente la primera vez que un equipo le gana claramente el partido en intensidad al Atleti en la era Simeone, pero hoy ha ocurrido. Preocupante. El Atleti no era capaz de sacar el balón, perdía todos los rechaces y llegaba tarde a todos los balones divididos. Sin embargo el Atleti ha pasado por episodios parecidos en momentos puntuales de otros partidos sin que ocurriese nada. La diferencia, lo que no apareció en esos momentos puntuales otras veces y hoy sí, es un elemento novedoso: la mala suerte. Y mala suerte fue por ejemplo el primer gol. Un disparó de esa desgracia para el fútbol llamada Pepe que rebota en la pierna de Insúa para despistar a Courtois y meterse en la portería.
El 1-o hizo que el Madrid creciese en confianza mientras el Atleti se escondía poco a poco, deshaciéndose por momentos. Realmente no hubo más ocasiones hasta el final de la primera parte pero la iniciativa fue siempre del Madrid. El Atleti se limitaba a arrastrarse por el césped sin dar la sensación de poder reaccionar. La afición colchonera confiaba que el descanso surtiese efecto en las tropas rojiblancas pero nada más lejos de la realidad. Diego dejaba su lugar al Cebolla, pero el uruguayo volvió a demostrar que ni es ni va a ser nunca titular en este equipo. Su impetu inicial se perdió según avanzaba el partido hasta desaparecer. Como siempre. Su aportación, como casi siempre también, fue nula. Sin Diego y con Raúl García haciendo de Raúl García (intrascendente en todo lo que no sea rematar a puerta) la única esperanza estaba en Arda, que lo intentaba en solitario pero que lógicamente era incapaz. El Madrid seguía con la misma intensidad y el mismo guión que en la primera parte y a base de tocar y jugar cerca del área Atlética (y gracias a la inexistente presión colchonera) consiguieron hacer la mejor jugada del partido, que además supuso el segundo gol. Gran pase de Di Maria a la espalda de los centrales que es aprovechada por Jesé, el nuevo mejor jugador de toda la Vía Láctea para la prensa objetiva, esa que es capaz de pedir la extradición y el garrote vil para cualquier indocumentado que se atreva a expulsar a Cristiano Ronaldo, batiese a un Courtois que tampoco estuvo demasiado acertado.
El gol terminó de hundir a un Atleti desconocido y perezoso que empezó a mostrar carencias, deficiencias y errores que hacía más de un año que no aparecían. ¿Fruto de la desesperación? Espero que sea eso. Ese momento oscuro que estadísticamente tiene que aparecer en algún momento y que apareció hoy. Entró Adrián en el campo pero su concurso lejos de pasar inadvertido, que hubiese sido lo mejor, resultó vital cuando cumplida casi la media hora de la segunda parte decidió perder un balón absurdo en zona de peligro que aprovechó Di Maria para encarar a puerta y tirar a puerta. Con tan mala suerte (otra vez) para los de Simeone que el balón pegó en el pie de Godin para meterse de nuevo en la red. 3-o. Demasiado castigo para lo visto en el campo, quizá, pero eso es algo irrelevante. La eliminatoria estaba ya perdida. El último cuarto de hora fue un suplicio. Una pesadilla. El horror.
Es cierto que el Real Madrid llega 3 veces a puerta y mete tres goles. Es cierto que el Real Madrid tiene mucha suerte en dos de sus tres goles y que el Atleti la tiene muy mala cuando Turan remata a las manos de Casillas en la primera parte y sobre todo cuando Modric saca un balón a Godin en la línea de gol en un remate de cabeza de la segunda parte, pero la realidad es que el Real Madrid fue siempre mejor. Ganó en intensidad y siempre quiso ganar el partido. Algo que no se puede decir de su rival. No hay más. El Atleti nunca apareció. Fue probablemente el peor partido de Simeone desde que gracias a Dios está en ese banquillo y pagamos las consecuencias. Olvidémonos de las Copa del Rey. Empecemos a pensar en las otras dos competiciones.