Por Francisco José Estévez Hernández
@FranOmega
Todos tenemos esas fotos. Todos. Los atléticos, sin excepción de edad, sexo o religión, guardamos como oro en paño la imagen de la formación inicial. Arriba y de pie, de izquierda a derecha, aparecen: Alberto, Melo, Eusebio, Pacheco, Capón y Adelardo, que lleva el brazalete de capitán. Abajo, agachados, forman en el mismo orden: Aguilar, Gárate, Ayala, Irureta y Heredia. Sea en color o en blanco y negro, no hay atlético bajo el Universo que, tras un simple vistazo a dicha imagen, no sepa de inmediato a qué día corresponde, ni que también jugaron Reina, Benegas y Becerra, en la Ida y Salcedo, que salió desde el banquillo en el partido de Vuelta.
En la otra fotografía que todos reconocemos, el Capìtán de los capitanes, la quintaesencia del jugador atlético, Adelardo Rodríguez (que llegó en 1959 y se retiró en 1976, es quien ha jugado más partidos oficiales con la rojiblanca y quien ha ganado más Títulos, además de disputar dos Mundiales con España) sujeta la Copa Intercontinental en su mano derecha, mientras es llevado a hombros por sus compañeros y varios aficionados.
Y en la otra instantánea, Eusebio y Pacheco flanquean a Gárate, que lleva puesta la camiseta del Independiente y abajo, agachados, Capón, Heredia, Ayala, Irureta, Melo y Aguilar posan con la Copa Intercontinental recién conquistada, que agarra Jabo Irureta. Ello, sin desdeñar en absoluto la legendaria portada de ABC, que muestra a un José Eulogio Gárate exultante, con los brazos en alto y bajo el titular “La mayor hazaña de la historia del Atlético de Madrid, CAMPEÓN INTERCONTINENTAL”.
Fue el 10 de abril de 1975, a las 21:00 h de la noche, y así aparece en el cartel del partido, que anunciaba la “Final Intercontinental, Copa Europea-Sudamericana 1974” en la que el Atleti, que había perdido la Final de la Copa de Europa el año anterior en circunstancias archiconocidas, no sólo representaba a Europa porque el Bayern Munich no se atrevió a disputarla, sino que además estaba obligado a remontar el 1-0 que, con gol del Mencho Balbuena, había conseguido el Club Atlético Independiente en su Estadio, el Libertadores de América, más conocido como el de la “Doble Visera”, el 12 de marzo anterior.
No se trataba, ciertamente, de un rival cualquiera, pues ya entonces había obtenido cinco de sus siete Copas Libertadores, y defendía Título, pues acababa de ganar, el año anterior, la primera de sus dos Copas Intercontinentales, en torno al considerado como mejor jugador de su Historia, Ricardo Bochini, y con otras figuras de la talla de Pavoni, Comisso, Balbuena, Percy Rojas o Bertoni.
«En Sudamérica, la Intercontinental tiene un gran valor. Cuando fuimos a Buenos Aires había un ambiente increíble. La afición de Independiente no paraba de animar. Conseguimos un resultado esperanzador y, en el encuentro de vuelta, remontamos la eliminatoria. Tuve que defender a la figura del Independiente, Bochini, que en aquellos tiempos estaba considerado uno de los mejores jugadores del mundo», recordaba Adelardo y, en efecto, aquellos goles de Irureta y Ayala, este último por la heroica, obtenido a cinco minutos del final, hicieron que aquella noche se escribiese con letras de oro en la Historia del Club, porque nos convirtió en Campeones del Mundo.
Y para recordarlo, cuarenta años después, Los 50 consideramos que teníamos que ser justos con nuestra propia Historia y, como también por estas fechas se han cumplido los 75 años de la unión entre el Athletic Club de Madrid y el Aviación Nacional, que no sólo dio origen al Club Atlético Aviación, sino que nos proporcionó nuestros dos primeros Títulos de Liga, en 1940 y 1941, decidimos organizar un Acto de homenaje, con el título: “ATLÉTICO AVIACIÓN Y EL NACIMIENTO DE UN CAMPEÓN DEL MUNDO”, celebrado el pasado sábado 25 de abril, en el Centro Cultural Eduardo Úrculo de Madrid.
En presencia de un muy nutrido público de atléticos entusiastas e irredentos, y bajo la presidencia de altos mandos del Ejército del Aire, cuya colaboración ha sido decisiva y emotiva, de los queridos y no menos indispensables amigos de Mahou, así como del Presidente del Club, presentó el acto uno de los nuestros, el excelente y más que consagrado Vicente Vallés, le acompañó Pablo Cassinello, quien interpretó magistralmente un guión elaborado por nuestros compañeros José Manuel Tenorio y Luis Fuentes y, en el papel de locutor radiofónico, nos fue llevando a los asistentes por todos los sucesos relevantes ocurridos desde que, el 4 de octubre de 1.939, se creó el Athletic Aviación Club, bajo la presidencia del comandante Francisco Vivés, muy pronto convertido en Club Atlético Aviación, tras prohibirse los vocablos extranjeros en los nombres de los clubes de fútbol.
De la unión de atléticos como Guillermo, Mesa, Gabilondo, Elícegui o Arencibia y de aviadores de la talla de Germán, Machín, Aparicio, Campos o Vázquez, surgió un auténtico equipazo que, bajo la dirección técnica de Ricardo Zamora, como de forma muy detallada ha contado otro de nuestros miembros, Juanan “Víctor Hegelman”, en artículos publicados en esta misma web de Los 50, primero debió superar un partido de Promoción, en el que ganó 3-1 al Osasuna, con dos goles de Enrique y uno de Vázquez y luego ganó las dos primeras Ligas que disputó, como queda dicho.
Vicente Vallés iba dando paso a las imágenes, Pablo Casinello narraba cada acontecimiento ataviado como locutor radiofónico de todas las épocas, el grupo musical Los Misterios ponía en directo la banda sonora y, de la constitución y primeras dos Ligas del Atlético Aviación, pasamos a la separación del Ejército del Aire, cuando el Club adoptó ya para siempre la denominación de Club Atlético de Madrid, en enero de 1947 y nuestro escudo perdió sus alas … Física, que nunca espiritualmente.
Juntos fuimos celebrando las Ligas de 1950 y 1951 con Helenio Herrera, legendario HH, aquellas dos Copas que le ganamos consecutivamente al Real Madrid de Di Stéfano, en 1960 y 1961; el primer título europeo, que fue la Recopa de 1962, la despedida del legendario Estadio Metropolitano por todo lo alto, con las conquistas de la Copa de 1965 y la Liga de 1966, la mudanza al Estadio del Manzanares, posteriormente rebautizado en 1972, con el nombre de su gran impulsor, el Presidente Vicente Calderón, justo a tiempo de celebrar la Copa del 72 y la Liga de 1973, cuando aún estaba reciente la Liga ganada en 1970, bajo la dirección de Marcel Domingo, de quien dicen los especialistas y sobre todo dijo siempre Luis Aragonés, y si lo ha dicho él poco más hay que comentar, que creó el estilo de juego (carácter, defensa, velocidad, juego directo y contragolpe) que ha sido santo y seña del Club desde entonces.
Y todos juntos llegamos a 1975. Por supuesto volando, como correspondía al acto. Entonces, la gran pantalla de fondo proyectó la foto. Esa foto. La de los héroes del 10 de abril de 1975. Salió al escenario nuestro Vicepresidente, José Antonio Martín Otín “Petón”, que dando paso uno a uno a Pacheco, Eusebio, Alberto, Adelardo, Aguilar, Irureta, Ayala, Salcedo, Panadero Díaz, Benegas, Marcelino, Leal, Laguna, Fraguas y Baena, componentes de aquél equipo de leyenda quienes, junto a los hijos de Luis Aragonés y Heraldo Becerra, que nos han concedido el lujo de convertirse en amigos para siempre y suplieron de modo ideal, ausencias tan sentidas, y de Pepe Navarro, persona imprescindible cuando se habla de ex-jugadores atléticos, nos fueron desgranando sus recuerdos.
Adelardo, que sigue siendo el capitán del equipo a todos los efectos, presumió de haber salido más que airoso de su duelo con Ricardo Bochini y recordó lo que fue aquél ambientazo que vivieron en La Doble Visera, de la que salieron vivos deportivamente y totalmente indemnes en el aspecto físico, muy en contra de la falsa leyenda que circulaba en aquella época y que, sin ir más lejos, había ahuyentado al Bayern.
Ayudó en aquellos partidos, eso sí, el valioso consejo de Rubén Panadero Díaz, que además de ser figura indispensable del Atlético, figura en el once ideal de todos los tiempos del Rácing Club, casi nada, eterno rival de los colorados de Independiente; así que no sólo ayudó a Luis Aragonés en la preparación, sino que se convirtió en la sombra de Eusebio.
Cierto jugador argentino se había negado a seguir una huelga y, en su país, a los esquiroles les llaman “carnero”, así que el Panadero se acercó a Eusebio, en la víspera del encuentro y le dijo: “Vos acercáte a ese tipo y le desís: sós un carnero”. Luego, durante el descanso le preguntó “¿Qué, se lo dijiste?” … Pero Eusebio, un gentleman entonces, gentleman y tres cuartos a día de hoy, nos contaba que no, que cómo se lo iba a decir, si no había tenido ningún problema con él.
En cambio, más de un problema tuvo a lo largo de su carrera Domingo Benegas, que fue un central de tronío y además intimidaba a sus rivales (“nunca más, ni menos, que todos los defensas de aquella época”, nos aclaró) pese a su aspecto físico, que no es el típico que se espera de un defensor de los años Setenta, por lo que se vio obligado a utilizar determinadas técnicas. Y nos las contó. Con pelos y señales. Por eso ahora las sabe él y las sabemos nosotros pero, ocioso es decirlo, entre caballeros esas cosas no se cuentan: lo que pasa en el campo, queda en el campo.
El internacional argentino Henrique pasó a la historia, entre otras muchas cosas, por reclamar genialmente el protagonismo que le correspondía en aquél gol que marcó Maradona, tras regatear a más de media Inglaterra, Reina Madre incluida: “¿Por qué se lleva todo el protagonismo Diego, si yo le di el pase?”.
Pues algo por el estilo reclamó Alberto, con todo el derecho del mundo. Recordaba el gran Jabo Irureta que la mayor parte del mérito, en su decisivo gol que abrió el marcador frente a Independiente, le correspondía a José Eulogio Gárate –ausente en el acto por imponderables- que había hecho la jugada y le había dado un pase que era medio gol. “¿Y quién le dio el pase a Gárate, eh?” reclamó enseguida Alberto.
Contó Adelardo que Ignacio Salcedo, que también disputó aquella Finalísima, era el intelectual del grupo y siempre estaba perdido en su mundo, aunque le atribuía condiciones de crack y, el aludido, subrayó que es socio atlético desde que tenía siete años. Y de eso, de sentimiento atlético desde la cuna, saben mucho tanto Laguna como Fraguas, meritorios aún en aquellos años, que nos contaron que alucinaban compartiendo vestuario con las figuras.
A Marcelino Pérez, que llegaría a ser gran figura y titular indiscutible poco después, también le cogió la Intercontinental demasiado pronto, como a Eugenio Leal. Sólo tres años después, ya como jugadores consagrados de un equipo que volvió a ganar sucesivamente Copa y Liga, entre 1976 y 1977, disputaron el Mundial’78 con España, pero la victoria frente a Independiente la vieron desde el banquillo … o desde la banda, en el caso del gran lateral, que recordó que estuvo calentando durante casi todo el partido y, cuando le llamaron y corrió como un poseso para salir al campo, resultó que era para que se sentara. Chasco olvidado muy pronto, en cuanto se consumó la victoria.
A Marcelino, precisamente, le tenían los veteranos como recadero, cuando era un recién llegado, fichado al Sabadell. Pero pasó el tiempo y un día, en el hotel de concentración de El Escorial, le cogió por banda Luis Aragonés y le dijo: “Niño, tú ya eres uno de los nuestros, como los demás. La próxima vez que alguien te mande hacer algo, le das una leche”.
La gracia y expresividad andaluza de Aguilar y Baena nos entusiasmó a todos. El primero, cordobés, jugó aquél partido siendo un recién llegado y llevando con pasmosa soltura, velocidad y regate en la banda, la pesada cruz de suceder a una leyenda como Armando Ufarte y el segundo, gaditano y profeta en su tierra, acababa de ser fichado al Cádiz, sin tiempo para tramitar su licencia.
Con soltura y tranquilidad solventó también José Pacheco la responsabilidad de defender nuestra portería durante aquella noche. “No tuve apenas problemas”, recuerda. En Avellaneda había jugado Miguel Reina, quien esta vez no pudo acompañarnos, pero Pacheco supo que sería titular en la decisiva Vuelta desde la semana anterior, cuando se lo dijo Luis.
Rubén Ayala fue una de las grandes estrellas internacionales de aquél equipo y así le estaríamos recordando en cualquier caso, pero además ha pasado a la Historia por marcar aquél gol decisivo, que nos dio la Intercontinental, a falta de cinco minutos para el final. Pero allí donde uno espera un relato mitológico de gran hazaña y lujo de detalles, uno se encuentra con algo parecido a un “pues el balón me vino desde allí, me lancé al suelo, la pegué así, entró …”. Es lo que pasa con los genios, cuando son humildes.
Unos compromisos les retrasaron, pero llegaron a tiempo de acompañarnos también José Luis Capón y Francisco Javier Bermejo. El primero, un lateral izquierdo –aunque diestro- que marcó época en nuestro Club y en la Selección Nacional y, el segundo, conocido como “La Joyita” desde que Juan Carlos Lorenzo se refería así a él, cuando le hizo debutar en el Atleti.
Terminó el acto, nos fuimos juntos a comer y, como colofón, nuestros héroes salieron al césped del Calderón, su casa, para dar el saque de honor y recibir la entusiasta y emocionada ovación del público. Su público.
Lo sabíamos desde el año pasado, cuando celebramos el 40º Aniversario de la Final de la Copa de Europa de 1974 en el inolvidable acto del cine Proyecciones: este es un equipo irrepetible, con una calidad humana excepcional, un tremendo amor a los colores que nunca han dejado de defender, y una química entre ellos francamente llamativa. Entre todo eso, y el profundo respeto y agradecimiento que sienten hacia esta Afición, que lógicamente les idolatra, son capaces de venir a Madrid, da igual si proceden de Badajoz, de Gijón, de México, de Argentina, de Bilbao o de Mallorca, simplemente por el hecho de reunirse, entre ellos y con nosotros.
Esto es el Atleti, señores.