At. Madrid 2 – R. Madrid 2
Escojan la distopia que quieran, 1984, Un mundo feliz, Nosotros, Matrix,… cualquiera vale. En todas hay un mundo perfecto con los protagonistas elegidos de antemano, en todas hay una masa complaciente que dice sí, en todas hay apuestos seres a los que venerar y en todas hay un Ministerio de Propaganda que se encarga de pulir, crear y mantener la verdad. Escojan la distopía que quieran sí, porque cualquiera les valdrá para entender como funciona el fútbol español. Un mundo fantástico, perdón, quise decir galáctico, en el que los apuestos protagonistas aparecerán todos los días a todas horas y por todas las vías posibles, siempre siguiendo las directrices del Ministerio de Propaganda y Verdad. Un mundo en el que todos debemos venerar siempre y nada más que al Becerro de Oro. El único. Ese que, según en qué latitud nos encontremos, tiene color blanco o blaugrana. El resto de individuos que compone la masa amorfa, pétrea y prescindible, se dedica a comer alfalfa, aplaudir y disfrutar del espectáculo, reduciendo la actividad cerebral a mínimos sólo alcanzables por algunos protozoos dopados. Sí, sé que me dirán que hay blogs, tipos que viven al margen de la “verdad” e incluso (sí, me dicen que alguien ha visto alguno) periodistas con cerebro e integridad que tratan de combatir desde dentro, con sus pequeñas armas, la gran red mentirosa en la que vivimos, pero creo que todos esos están (estamos) fuera de la ley. Somos insignificantes. No contamos. No salimos en las estadísticas. No existimos. No somos. Por eso cuando en la ecuación perfecta, esa que mueve trillones de trillones de euros, se cuela una anomalía incómoda, compleja y dolorosa, como el Atlético de Madrid del Cholo Simeone, el sistema tiene que hacer todo lo posible por expulsarla. Anularla. Desautorizarla. Humillarla. Ocultarla. En ello está y lo conseguirán, tarde o temprano, pero les cuesta mucho, es evidente, y en el camino uno disfruta con la pelea. Mucho.
El derbi de hoy es un derbi como los de antes. Como los de siempre. Con pelea, emoción, resultado apretado y arbitraje favorable al Real Madrid. Hasta ahí nada nuevo. La nota discordante la pone el hecho de que ese equipo muerto y acabado que, siempre según el Ministerio de Propaganda y Verdad, era el Atleti, pareció tener algo más de fuelle del que se le suponía. Se presentaba el Real Madrid en el Calderón crecido, aupado en los últimos resultados espectaculares y sobre ese trono de equipo insuperable y pluscuamperfecto que con gustó y dedicación habían creado prematuramente los amigos de la prensa, la única. Se permitían el lujo incluso de quitar de la alineación titular al nuevo mejor jugador de todos los continentes y de todos los tiempos: Jesé. El Calderón estaba lleno, el ambiente era espectacular y el tifo quedó precioso, pero todo eso no parecía más que cortinas de atrezzo para el paseo militar del equipo de todos, el Real Madrid, iba a realizar. Cuando en el primer minuto una falta sacada desde la derecha y un error garrafal, que recordaba tiempos pretéritos, hacían que Benzemá pusiese el primer gol en el marcador, las personas de bien respiraron tranquilas. Coser y cantar, se escuchaba en las mesas de redacción. Los ministros del poder se palmeaban entre ellos, los grandes empresarios del mundo chocaban sus copas de Don Perignon y los notarios de la realidad respiraban aliviados. La normalidad de imponía una vez más… no contaban con esa anomalía que viste a rayas rojiblancas. Craso error.
Porque el equipo ese que en su escudo, irónicamente, lleva el emblema de la ciudad de Madrid, tiró de raza, de orgullo y de fútbol para vender cara su derrota. Sí, de fútbol. Repasen el video. El Madrid, fiel a la cuna de su entrenador, tiró de especulación, paró el ritmo y se puso en ese modo de jugar a esperar tan suyo, pero se le fue la mano. O quizá no contaba con un rival encendido y orgulloso que robó el balón y se dispuso a meterlo, por las buenas o las malas, en la portería contraria. A punto estuvo Diego Costa, genial todo el partido, cuando ganando la partida a Sergio Ramos entró en el área para encarar la meta. El sevillano desbordado lo derribó clarísimamente pero el árbitro se acordó entonces de dónde vive, de qué color viste el Becerro de Oro y de quienes son los buenos. Ninguna duda al respecto de si era o no penalti en el propio campo. Vista la repetición tampoco tengo duda de que no fue un error arbitral. Su actitud, su criterio y sus acciones durante todo el partido deja evidencias de por donde van los tiros.
La rabia que supuraba a miles colchoneros, que recordábamos por qué somos de nuestro equipo y no del equipo que estaba jugando enfrente, era la misma rabia de tantas y tantas generaciones de otros colchoneros. Era la rabia de los jugadores que defendían hoy la camiseta y es la rabia por tanto que acompañaba cada jugada a partir de entonces. Cada triangulación. Cada cambio de juego. Mario Suarez seguía perdido y descolocado. Raúl García, que sin rematar sigo pensando que es un jugador intrascendente, tampoco estaba demasiado fino, pero el Atleti era un equipo. Un equipo que jugaba con la cabeza levantada y que miraba de tú a tú al rival. Y que quería ganar. Así que una jugada de Turan pasados los 25 minutos puso justicia en el marcador. Hacía tiempo que sólo había un equipo en el campo. El turco se paseó entonces por la frontal del área, con la delicadeza de los artistas imprevisibles, para abrir el balón a la derecha y dejar a Koke de cara a la portería. El canterano, que ha vuelto a realizar un soberbio partido, pegó al balón sumando la fuerza de todos los que estábamos en la grada para empatar el partido. El Calderón estallaba de júbilo pero los jugadores se abrazaban sólo tímidamente. Parecían querer decirse entre gestos, chicos, nos falta otro gol. Y fueron a por él. Los últimos minutos fueron un vendaval de juego, poderío y ganas por parte de unos colchoneros que encerraron al Real Madrid en su campo. Un Real Madrid que acusó su bajada de ritmo y que para cuando quiso reaccionar, estaba ya metido en la dinámica de un rival que lo superaba. Los de Simeone bordeaban el área constantemente, pero fue en el último minuto cuando vino el gol, con un saque a balón parado que llega a Gabi muy lejos de la portería. El capitán decidió entonces encarar la portería y desde muy lejos lanzar un zapatazo brutal que Diego López no ve salir y que por tanto no puede parar. 2-1. Final de la primera parte. La felicidad.
Había dudas respecto a como encararía la segunda parte el Atleti y si los de Ancelotti serían capaces de volver a ser el equipo de las últimas fechas pero el guión no se movió un átomo. El Atleti volvió intenso, fuerte, guerrero y mandón. El Madrid trataba de cerrarse tácticamente esperando su oportunidad pero durante muchos minutos el Atleti siguió dominando y tuvo sus ocasiones, pero entre el árbitro y el equipo blanco trataron de campear el temporal. La ocasión más clara llegó en la cabeza de Arda tras buena jugada por la derecha de Juanfran, pero Diego López sacó bien un balón que se colaba. Desgraciadamente a falta de 20 minutos, más o menos, el Atleti, que había hecho hasta entonces un esfuerzo físico brutal, se quedó sin fuelle y el Madrid, que es mucho Madrid, las cosas como son, empezó a salir a la superficie. Y tuvieron alguna ocasión que Courtois solventó como en él es habitual. El bajón de los locales era evidente. Algunos miraban al banquillo pero supongo que Simeone volvía la cabeza y no veían nada que pudiera mantener el nivel. Yo tampoco, lo reconozco. La salida de Marcelo (increíble que no fuese de la partida inicial) puso más peligro al ataque merengue pero el Atleti se resistía con rigor sin pasar excesivos problemas. Hasta que llegó un terrible error de Mario Suárez que no acertó a despejar, el balón acabó en el centro del área donde apareció Cristiano Ronaldo para rematar a red. 2-2. El Atleti tuvo una última oportunidad, con un error de la defensa madridista que ni Costa ni Raúl García fueron capaces de acertar a resolver, pero la sensación era de que el Madrid estaba más fuerte y cerca del gol.
Empate que deja sensación de derrota en la grada, lo cual es una estupenda señal, especialmente teniendo en cuenta los últimos años de historia de nuestro equipo y teniendo presente el lugar de dónde venimos, pero que técnicamente deberíamos entender como algo positivo. Seguimos a 3 puntos de la cabeza y tenemos ganado el gol average con el Real Madrid. Así que en contra del Ministerio, de sus voceros, de las galaxias, de los galácticos y demás mentiras, seguimos soñando. Pese a quién pese. Partido a partido.
Ennio Sotanaz @Enniosotanaz