by Jesús Manuel Martínez Caja @jesusmc62
No es el primer partido que presencié en el Calderón, pero sí el primero del que tengo recuerdos nítidos. Fue un 5 de noviembre de 1970 y yo era un rubiales con corte a tazón de 8 años. Un mes antes, bueno el día 4 de octubre, moría Janis Joplin con una sucesión de pocos días al fallecimiento de Jimmy Hendrix. Pero yo no lo supe hasta varios años después. Aún me apena. En otro orden de cosas, Mariano Haro, Luis Ocaña y Urtain eran los deportistas españoles más aclamados, cuando el fútbol y el Real Madrid no copaban todas las portadas.
Fue una noche gélida, de los inviernos de antaño. El rival era el Cagliari de Albertosi, Riva y Domenghini, recuerdo que me hicieron mucha gracia los nombres de algunos jugadores –Tomasini el que más, pues para mí tenía nombre de payaso- en mi primera experiencia de encuentro internacional en el Manzanares. El Cagliari era un equipo potentísimo, que había ganado la liga italiana sobrado al Inter y la Juve y conformaba la columna vertebral de la esplendorosa selección italiana, que en México ’70 se plantó en la final –y la perdió- ante la todopoderosa Brasil de los Pelé, Rivelino, Jairzinho o Tostao. Su figura era el mentado Gigi Riva, aunque en nuestro estadio no jugó esa noche por lesión.
Era el partido de vuelta de los octavos de Copa de Europa y veníamos de perder 2 a 1 en Italia. Marcel Domingo dispuso este once: Rodri, Melo, Martínez Jayo, Iglesias, Calleja; Luis Aragonés, Adelardo, Irureta, Alberto; Ufarte y Gárate. Mítico once para una mítica noche, aunque yo al principio estuviera más pendiente de las castañas asadas que guardaba en los bolsillos que de la alineación, todo hay que decirlo. Con que jugara mi Gárate del alma ya me conformaba. Era el ídolo de mi padre y pronto se convirtió en el mío. Pero el protagonismo de la eliminatoria fue para Don Luis Aragonés Suárez.
Zapatones ya había marcado el gol en Cagliari y esa noche triunfal hizo triplete y mandó a casa a los italianos con el rabo entre las piernas. La anécdota del partido la protagonizó precisamente Tomasini cuando yendo ya 1 a 0, tras cometer penalti sobre un eléctrico Ufarte, que hizo lo que quiso con él, pateó el balón de impotencia cuando estaba colocado sobre el punto fatídico. Roja y a la calle, por payaso, “si ya lo decía yo”, le espeté a mi tío Pepe que no paraba de repetir “lo nunca visto, lo nunca visto” –él era muy de frases de ese tipo-. Lo metió Luis y supuso el 2 a 0. Coser y cantar, me dijo mi tito. Luego vino un tercer gol, para darle la razón.
Los más viejos del lugar y algunos otros menos entrados en años decían que había sido el mejor partido del Atleti en noche europea. Otros decían que el mejor que habían visto en el Manzanares. Yo no lo sé, pero para mí fue una velada apoteósica en la que aprendí a valorar cuán glorioso era nuestro Atleti y puedo apostillar que esa noche no me dormí pensando en Cimarron, mi serie favorita. Me dieron las tantas reproduciendo en mi mente la jugada de don José Eulogio en el último gol de Luis. ¡Qué equipazo señores…qué equipazo!!!