by Vicente Vallés @VicenteVallesTV
Reflexión tras el partido ante el Barcelona
El Atleti es un equipo conmovedor. Lo dice un amigo de quien escribe estas líneas. Considera ese amigo que emociona ver el esfuerzo y la determinación de los jugadores de Simeone. Mi amigo tiene razón. El Atleti es espíritu, energía. Es una visión, es valentía y osadía. También es arrojo y sacrificio. Es sentimiento por el escudo de aquellos jugadores que lo tienen desde niños. Y es sentimiento de pertenencia a un grupo, para aquellos que no son atléticos desde la cuna, pero que sí han integrado su alma en la nuestra. Conmovedor.
Pero, ¿seremos capaces de evitar que tal enardecimiento se vuelva en nuestra contra? Por desgracia, no siempre lo somos. No siempre sabemos controlar ese ardor, esa voluntad imposible de quebrar.
Como ya han pasado algunos días, quizá sea llegada la hora de revisar sin acaloramiento, con calma y con sentido autocrítico lo que hicimos en el partido de vuelta de Copa frente al Barcelona. Los datos, al margen de cualquier análisis u opinión, muestran ya las consecuencias: perdimos el partido, quedamos eliminados, expulsaron a dos jugadores, a Arda le perdonaron la expulsión por el lanzamiento de bota y, lo peor de todo, dimos al mundo una imagen de equipo duro, marrullero y antipático. Es indiferente si esa imagen es justa o no (que no lo es). La imagen existe. Asumámoslo. En nada nos permite salvar la cara el arbitraje (y sería una muestra más de debilidad ampararse sólo en eso). La realidad es que el Atleti ha transmitido una muy mala sensación al fútbol español y al fútbol mundial. Desde hace tiempo, muchos envidiosos han querido extender una injusta y falsa idea de que el Atleti de Simeone es un equipo sucio, pero lo ocurrido el día del Barça no nos ayuda a romper ese absurdo mito.
Jalear una agresión
El Atleti no dispone de las posibilidades económicas del Real Madrid o del Barcelona para conformar un equipo con tantas estrellas. No podemos fichar cada temporada a un par de jugadores que cuesten 100 millones de euros cada uno. Por eso, sólo competimos con los dos gigantes poniendo nuestro motor a todas las revoluciones posibles. Así debe ser. Pero es imprescindible hacerlo con prudencia. De estar a muchas revoluciones es fácil pasar a estar revolucionado. Y de ahí a estar desquiciado hay un tramo muy corto. El Atleti se desquició ante el Barcelona. No debe ocurrir. No nos gusta que ocurra. Desquiciarse cuando se pierde es cosa de otros a los que conocemos bien. Ese no es nuestro camino. No es el camino que nos llevó la temporada pasada a ser campeones de Liga, finalistas de la Champions y semifinalistas de la Copa. No es esa la fórmula utilizada para ganar la Supercopa de España al Real Madrid, en el arranque de la actual temporada.
Ningún atlético debe sentirse satisfecho si uno de nuestros jugadores patea a un rival. En el Bernabéu jalearon a Isco cuando realizó una entrada (una agresión) a Gabi, por el simple placer vengativo de golpear a quien le estaba ganando la eliminatoria con todo merecimiuento. En el Calderón no debe ocurrir nada parecido. Nosotros no.
La buena noticia es que el Atleti recio y fino, el Atleti firme y técnico, el Atleti que no da un paso atrás ante la adversidad y que sí lo da hacia delante en cualquier circunstancia… ese Atleti que nos enorgullece reapareció sin mácula el sábado en Eibar, señalándose el camino a sí mismo. Sigámoslo.