Equipo

 

At. Madrid 7 – Getafe 0

 

 
131123-GetafeEs difícil defender lo que les voy a decir en los días que corren, sobre todo si usted es una víctima pasiva de los medios de comunicación, pero créanme, el fútbol es un deporte de equipo. Sí, ya sé que es difícil de asumir algo así, sobre todo si usted atiende las portadas de los diarios deportivos más prestigiosos del panorama nacional o los resúmenes de noticias de cualquier (sí, cualquiera) redacción deportiva escrita, hablada o vista. Si se dejan llevar por la rabiosa actualidad habrá interiorizado ya, a estas alturas, que los equipos de fútbol no existen, más allá de servir como recipiente de tipos individuales, galácticos, repeinados y/o vestidos en traje de fantasía, que como superhéroes posmodernos se dedican a ganar o perder partidos mientras inventan poco a poco el deporte del balompié. Aunque a día de hoy, entiendo que por una cuestión de tradición, los partidos se juegan con 22 seres humanos y hay 3 puntos en juego, la realidad es que 21 de esos humanos no importan (salvo que el partido en cuestión sea un Real Madrid – Barça) y que lo verdaderamente importante son esos premios individuales de reglas abstractas y valores inciertos que parecen quitarle el sueño a los analistas de este país llamado España.
 
Pero el Club Atlético de Madrid, desgraciadamente para algunos, es otra cosa. Los notarios de la realidad que con sesudo empeño se encargan de intentar encajar esa anomalía histórica en algún cajón reconocible, dentro de este circo contemporáneo que maneja el fútbol moderno, no son capaces de saber que hacer con ese artefacto emocional, antiguo y áspero llamado Atleti. Sí, resulta que el Club Atlético de Madrid es, vaya por Dios, un equipo. Cuando los dardos de quinina rancia, que regalan por doquier en eso que llaman redacciones deportivas, habían agotado todas sus existencias en la estela de ese golpeado jugador, más fuera del campo que dentro, llamado Diego Costa, resulta que Simeone lo deja en el banquillo y el equipo, con otros 11 seres humanos distintos, le meten un saco de goles a un equipo que pelea por los puestos europeos de esa farsa llamada liga española. Luego queremos los colchoneros que la prensa nos trate bien pero claro, no hay manera. Se lo ponemos muy difícil y se enfadan. Normal. En lugar de perder, que es lo que ya nos toca según los analistas de tertulia y berrido, resulta que ganamos. En lugar de ir por detrás del Madrid, para que su diaria (casi horaria) lucha mediática y ridícula entre merengues y culés (incluidos sus respectivos universos y galaxias) sea menos ridícula teniendo un anónimo e incómodo equipo entre medias. En lugar de tener un Falcao que venga de ultramar, lo resuma todo y que mediáticamente se pueda vender todos los días a otro equipo dos años antes de que efectivamente ocurra, tenemos jugadores de la cantera, nacidos en vallecas, feos, simpáticos y humildes que enciman tienen la desfachatez de ser buenos y renovar con el equipo al que dicen querer. Normal que los periodistas nos detesten. ¿Qué tiene que ver el Atleti con el fútbol que se compra en los quioscos, se escucha por la radio o se ve en la tele?
 
Habrán notado a estas alturas que esto se parece muy poco a una crónica futbolística. Es cierto. Les confieso que no la escribo a las dos de la mañana, recién llegado del Calderón, pero tienen que entender que el estado de congelación avanzada con el que aparecí por casa no me lo permitía. Es lo bueno de no cobrar un duro por hacer esto que hago, que lo puedo hacer al día siguiente tomando vermut y dará igual. De hecho puedo ni hacerlo y dará exactamente lo mismo. Por otro lado debo reconocerles también que no lo hice porque estaba bastante enfadado anoche. Enfadado de tener la certeza de que lo que había pasado en el Vicente Calderón, otra vez, no saldría del reducido y minúsculo universo colchonero. Este Atleti histórico y espectacular no será desgraciadamente recordado ni reconocido más que por los atléticos, gracias a una competición injusta, una forma ultracapitalista de entender el fútbol y ese Status Quo, patético y bochornoso, que se ha instalado en el subconsciente colectivo de una masa cómplice y mediocre. Es imposible que el Atleti funcione mejor de lo que lo está haciendo. Imposible. No se puede hacer mejor con lo que tiene y tal y como está montado el chiringuito es imposible tener más. Es decir, esto es lo que hay. Ocurra lo que ocurra, gane quien gane, las portadas son y serán para Ronaldo jugando con la selección de Portugal. Siempre que Ronaldo siga jugando también en el Real Madrid, claro.
 
El partido. Como hemos visto ya otras veces, el efecto que provoca el equipo de Simeone en el rival es otro recurso efectivo que ayuda a hacer más grande la leyenda. En el lugar en el que antes había indiferencia y hasta falta de respeto ahora hay temor. Miedo. Los equipos cambian su forma de jugar para enfrentarse al Atleti y de esa manera comienzan a perder. El Getafe, equipo luchando por jugar en Europa, ojo, llegó al Calderón con mucho respeto. Trató de ser robusto y compacto. Cambio el balón por rigor táctico con la intención de ahogar el vendaval colchonero. Jugaron al límite, físico y reglamentario, pero incluso así  tuvieron que recurrir al exceso de faltas para intentar parar a los rojiblancos. Nada. Ni por esas. Cuando el partido estaba más espeso apareció un córner sacado por Koke y rematado por un excelente Raúl García. El navarro ha hecho de la necesidad virtud y esa extraña posición de llegador por detrás del delantero, le está haciendo jugar los mejores minutos de su carrera, probablemente. Sigo sin verlo de titular (demasiadas carencias técnicas para ocupar esa posición en el campo, para mi gusto) pero reconozco que Raúl García se merece todo lo que le está pasando. Un ejemplo de tesón, educación, compromiso y lealtad al equipo. Yo, que lo he criticado un millón de veces, tengo que reconocer lo obvio. Y lo hago. Con placer, además.
 
Abierta la lata, se acabó el partido. Aunque, por si hacía falta un dato más preciso, llegó el gol de Koke (propia puerta, en realidad) para corroborarlo. Pase desde la derecha, remate de cabeza del canterano que rebota en un defensa getafense y gol. Faltaba todavía un mundo, pero el mundo se hizo universo cuando al filo del descanso el bueno de Valera hizo mano teniendo otra tarjeta amarilla. La segunda parte fue una pesadilla para el equipo azulón. Una pesadilla como hacía años que no veía. La diferencia entre los dos equipos fue insultante. Extrema. El Atleti parecía estar jugando con un juguete roto pero con la mala suerte para el juguete roto, los de Luis García, de tener delante a un equipo que no sabe de amistosos. Simeone sacó a Oliver, Adrián y Diego Costa y los tres tuvieron su momento de gloria como antes lo había tenido ese central belga que según pasan los partidos parece que realmente va en serio. Los goles (dos de Villa, otro de Raúl García, otro de Diego Costa y otro de Adrián en esa prolongación gratuita y estúpida del árbitro que no hacía falta) los dejo dentro de la anécdota. Quizá merezca la pena recordar, si acaso, esa soberbia chilena que se marcó el hispano-brasileño de la nada y que levantó todos los que estábamos en el Calderón pasando frío con una sonrisa en la cara.
 
El Atleti suma y sigue ante el desdén y el desprecio de los que viven, supuestamente, de lo que pasa en esto del fútbol. Habrá quién diga que mejor así, de tapadillo, sin que hablen de nosotros. Tonterías. ¿De qué estamos hablando? Detesto la falsedad. Detesto la injusticia  Detesto el desprecio pero lo detesto todavía más cuando viene del que debe ser juez y no fiscal. Del que se esconde detrás del gremio periodístico para hacer marketing industrial de catadura chusca. Del que desprecia con malas artes a los que nos caemos a los lados de la curva de Gauss. Del que se dice legitimado a subrayar su opinión por encima de la mía por ponerse en ese supuesto disfraz de periodista que utiliza, con estilo ruin y tabernario, para defender la misma mierda que mañana se lo llevará a él mismo por delante.
 
Ennio Sotanaz  @Enniosotanaz