At. Madrid 0 – R. Madrid 2

Lo siento por todos aquellos colchoneros que cayeron burdamente en la trampa de la remontada y ese pastiche prefabricado por el mercado sobre leyendas y momentos espectaculares. Era todo mentira. Más falso que una tertulia de TikiTaka o una columna de Manolete. Y no seré yo quien reniegue del romanticismo en el fútbol o de las empresas imposibles, Dios me libre, pero hay cosas que se caen sobre su propio peso. Esta era una de ellas. Meterle cuatro goles al Madrid sin que además el rival marque es una empresa imposible para casi cualquier equipo del mundo. Mucho más para un equipo con la décima parte de presupuesto como el Atlético de Madrid, incluso en su mejor momento. Mucho más para el Atlético de Madrid sin estar en su mejor momento. Y mucho más para el Atlético de Madrid jugando con los reservas. Decía ya en la previa que si de mí dependiese no hubiese gastado una sola partícula de energía en el partido de vuelta de la copa y muchos colchoneros, por los que siento admiración, no lo entendieron. Apelaban a la épica y al socorrido “dejarse los huevos en el campo”. Lo entiendo, pero a mí no me salía. Me parecía un esfuerzo vano y artificial que podría traer muchas desventajas y ningún beneficio. Me temo que a Simeone, que ya hizo algo parecido el año pasado en la Europa League, le pasaba lo mismo. Y fíjate, mientras lo del año pasado no lo entendí, lo este año lo entiendo perfectamente.
Cuando camino del Calderón vi la alineación que saltaba al césped, me quede más tranquilo. Las posibilidades de pasarlo mal en el campo, por estar a punto de conseguir lo imposible, se reducían con cada nombre: Aranzubía, Insúa, Cebolla, Sosa, Raúl García,. .. Pero es que cuando el balón echó a rodar se disiparon por completo. El Madrid, dispuesto a no sufrir, se colocó bien en el campo y se puso a marear el balón mientras el Atleti se estrechaba cerca de su área corriendo detrás de la pelota sin demasiada fe. Tardando mucho en robar el balón (por falta de intensidad y por mala colocación) pero haciendo el ridículo cada vez que ocurría. Y es que meter tres goles sin delanteros es francamente complicado. Porque Raúl García es rematador (y poco más) pero no es delantero. Ni tiene movimientos, ni tiene picardía, ni tiene velocidad. Si encima el balón se lo tiene que dar Cebolla o Sosa (cada día más indolente y menos jugador) la misión se antoja imposible. Diego como si no hubiese salido. A los pocos minutos Mario Suárez, un jugador muy interesante cuando está en forma pero muy peligroso cuando no lo está (y no suele estarlo), perdió el balón de forma infantil en la zona crítica lo que provoca que Cristiano Ronaldo coja el balón en su lugar favorito y en las mejores condiciones posibles. El pobre Manquillo, que todo lo que tiene de superlativo en ataque lo tiene de déficit en defensa, intentó parar al portugués corriendo como el mercancías, con tan poco tino, que arroyó al morador de la galaxia por el camino. Él propio astro de todos los astros convirtió el 0-1, deleitándonos posteriormente con una de esas celebraciones tan plásticas y que tan bien concuerdan con el señorío de la institución a la que representa. Minutos después, con un lanzamiento al palo de Raúl García entre medias en el único lance decente del equipo en toda la primera parte, el encargado de hacer una demostración de cómo no se defiende fue el otro lateral, Insúa, que decidió zancadillear a Bale y sus millones, cometiendo otro penalti igual de claro y absurdo que el anterior. El astro de todos los astros volvió a marcar y a ofrecernos al planeta tierra otro de sus bailes regionales. 0-2. No habían pasado ni quince minutos.
El roto podría haber sido de escándalo pero el Real Madrid decidió tirar de pragmatismo, no entrar en guerrillas, bajar el ritmo y dejar correr el tiempo. Yo, sinceramente, lo agradecí desde la grada. El Atleti aparecía inofensivo e incapaz ni siquiera de conseguir tirar a puerta. La segunda parte tuvo otro color, con un Atleti con algo más de mordiente y mucho más incisivo pero tampoco consiguió despeinar a los de blanco, que se dedicaban simplemente a pasarse el balón en zonas libres de peligro. Hubo alguna llegada (especialmente destacable la mano que Casillas saca para sacar un tiro de Sosa en lo que fue la mejor jugada del partido) pero todo cae fundamentalmente en la zona de la anécdota.
No quiero acabar esta crónica con un sentimiento pesimista. No lo tengo. Igual que hace dos meses, sigo pensando que es un puto milagro que el Atleti esté donde está. Compitiendo en la élite, tocando las narices a los que antes ni nos dirigían la mirada y llamando a puertas que normalmente veíamos por televisión. Nos elimina el Real Madrid en semifinales y no el Albacete en primera ronda. No perdamos la perspectiva. No caigamos en la trampa del rodillo mediático y apliquemos a los de Simeone las reglas que se utilizan para equipos, como el Real Madrid, que con lo que han costado dos de los jugadores que normalmente están en su banquillo se puede arreglar el presupuesto anual del Atleti. Seamos honestos a diferencia de “nuestros” periodistas. Seamos humildes a diferencia de nuestros rivales. Miremos adelante y por supuesto, nunca dejemos de soñar, porque no tenemos razones para dejar de hacerlo.
PD. El lanzamiento del puñetero mechero es lamentable. Cualquier multa o sanción que le apliquen al autor de esa cobardía me parecerá poca. Cualquier intento de asociación de ese hecho concreto con la afición del Atlético de Madrid me parecerá torticero y repugnante.