Pepe Silvestre, Los50
El pasado 4 de agosto, nuestra comida mensual se transformó en un encuentro especial. Apenas unos días antes, el 31 de julio, nuestra compañera Margarita nos avisó de la visita del Padre Diego José Plá Aranda a Madrid y de su deseo de compartir un rato con nosotros, como ya es costumbre cada vez que viene y más aún en este momento cuando hace apenas un mes su vida pendía de un hilo y un equipo de cardiólogos le puso 9 stents y le salvaron la vida.
A pesar de ser unas fechas complicadas, unos pocos pudimos asistir a la cita. Sabíamos que no era un almuerzo cualquiera.
Para quienes no lo conocéis, el Padre Plá es una persona excepcional, de esas que hacen del mundo un lugar mejor. Llegó a Bolivia en el año 2001 y comenzó a trabajar con niños de la calle, con enfermos en hospitales, encarcelados, mujeres que habían sufrido malos tratos, involucrándose tanto en la sociedad boliviana que incluso, hoy día, da sus homilías en aymara. Allí impulsó numerosas obras, desde comedores populares a talleres educativos y artesanales, desde una piscifactoría a invernaderos, y también una escuela de fútbol… porque además de su vocación sacerdotal y misionera nunca ha ocultado su vinculación con el Atlético de Madrid.
Así creó la Escuela de Fútbol Atlético San Vicente, ubicada en la localidad de Ingas, municipio de Mocomoco. La escuela tiene un enfoque que va más allá del deporte y busca dar oportunidades a los jóvenes jugadores en el campo de la educación y la formación.
“El objetivo no es ganar torneos, sino formar personas”.
Como os podéis imaginar, la conversación en nuestras comidas siempre gira en torno al fútbol, o más bien, al Atleti. Y esta vez no fue la excepción. Sin embargo, con el Padre Plá en la mesa, la charla inevitablemente se desvió hacia algo aún más importante: su increíble labor como misionero en Bolivia que él mismo reconoció que era lo más difícil que había hecho en su vida. Nos comentó que lo que más satisfacción le producía era la escuela de fútbol Atlético San Vicente, donde más de 300 niños y niñas visten con orgullo los colores rojiblancos.
Fue una comida memorable, donde pudimos conocer de cerca la esencia de su misión. Su escuela de fútbol es mucho más que un lugar para practicar deporte; es un refugio. A través de este programa, los mantiene alejados del alcohol y las calles, al mismo tiempo que les enseña los valores del deporte y, en particular, los valores del Atlético de Madrid.
Nos contó historias que tocan el alma, como la de aquellos niños y niñas que caminan más de tres horas de ida y tres de vuelta a la escuela, solo para poder aprender. Nos contó que algunos niños y niñas iban a la escuela no solo por jugar al fútbol, sino porque era la única manera de asegurarse un plato de comida al día. Y nos confesó que pasaba muchas noches despierto pensando cómo iba a poder sufragar todos los gastos que suponía dar más de 300 comidas diarias.
Estaba muy feliz porque había conseguido que sus equipos viajasen a La Paz para jugar contra los equipos del Bolivar y el Strongest —el equivalente a nuestro Barça y Madrid— y el orgullo que sintió cuando, en alguna ocasión, lograron ganar.
Al finalizar la comida le acercamos a su casa de Carabanchel y nos habló de los recuerdos de su infancia, cuando bajaba desde Oporto al Estadio Vicente Calderón junto a su hermano y a su padre, probablemente de la mano. Y la vuelta a casa, esta vez cuesta arriba, tarde, cansado e inmensamente feliz.
Su visita nos ha llenado de orgullo y nos ha recordado el espíritu solidario que también define a nuestra asociación. Ha sido un honor recibir a un hombre que dedica su vida a dar esperanza y sueños a quienes no podían soñar.
¡Gracias, Padre Plá, por este encuentro tan enriquecedor y por la inmensa labor que realizas! Siempre serás bienvenido a tu casa, la casa de la Asociación Rojiblanca Los50.