Real Betis 0 – At. Madrid 2

La victoria colchonera en Sevilla fue sufrida y áspera, pero tiene un mérito incalculable. No me daba buena espina el partido ya en la víspera. Suelo ser esquivo y refractario respecto a los partidos postapocalípticos. Esos que vienen después de un supuesto esfuerzo titánico con gran desgaste físico y anímico del rival. Ese tipo de situaciones límite puede tener también consecuencias límite, pero nadie asegura que sean en uno u otro sentido. De hecho, el partido comenzó con un Betís metidísmo y una grada ejemplar, tratando de hacer olvidar a su equipo el lugar del que vienen y lo que es peor, el lugar al que van. Tanta intensidad había en el césped que prácticamente era imposible jugar. Un Betis muy ofensivo, con dos extremos y dos laterales, que además salió mordiendo. El Atleti trató de contener las emociones, empatar con el rival en lo que a derroche físico se trataba y fiel a su esencia, no complicarse la vida con el balón. Todo esto motivó que no se jugase prácticamente nada y que el esférico estuviese más tiempo en el aire que en el suelo.
Pero poco a poco las cosas volvieron a su cauce. Arda Turan se cambió de banda buscando entrar en juego y por ahí el Atleti recuperó el balón y el dominio del partido. Durante una buena parte de la primera mitad se jugó entonces en campo andaluz y sin que llegasen con ello claras ocasiones, sí que se mantuvo el peligro y la sensación de que el Atleti iba a por el partido. En ese escenario apareció también un soberbio gol de Diego Costa, con pase al segundo palo que remata con la zurda, que sin embargo fue anulado por el colegiado, aplicando ese nuevo reglamente del fútbol que sólo le aplica al Atleti en los partidos en los que puede hacer sombra a los dos únicos equipos de este país. Gol mal anulado que, coincidiendo con la lesión de Amaya, supuso un punto de inflexión en el partido. El Betis, apoyado por una grada que se encendía por momentos, sin que los televidentes supiésemos bien el por qué, elevó el nivel de tensión y de faltas con lo que el dominio del partido cambió de dueño y el fútbol dejó otra vez de ser visible. Y es una pena, porque creo que el Betis es un equipo que juega muy bien al fútbol y al que únicamente le falta gol. Pero también es verdad que su situación no está precisamente como para buscar sutilezas estéticas. Y hablando de sutilezas, antes del descanso el árbitro, con el reglamento ordinario en la mano, debería haber expulsado a un tal Paulao, que gracias a esa constante campaña mundial por convertir a Diego Costa en el anticristo debió sentirse habilitado para arrancarle la rodilla mediante entrada salvaje.
La segunda parte comenzó con los mismos protagonistas y las mismas sensaciones pero con el Betis aumentando todavía más el grado de implicación, intensidad y protestas y con un Atleti que empezaba a mostrar síntomas de sentirse verdaderamente incómodo en el campo. Juankar pudo haber cambiado la historia quedándose completamente solo delante de Courtois pero su remate golpeó en el palo en lugar de caer en la red. Bendita suerte. El ambiente era tan extremo para los sevillanos que uno de sus protagonistas más pendencieros, Braian, se pasó de la raya. El bético cometió un error de principiante al llevarse claramente el balón con la mano cuando ya tenía una tarjeta amarilla. Segundos después de la expulsión el capitán colchonero, ese excelente profesional que siempre sabe estar en su sitio, dentro y fuera del campo, decidió echarse el equipo a la espalda y lanzar un soberbio zapatazo desde la frontal del área que se coló en la portería de Adán para poner el 0-1. El partido acababa de morir. Los de Calderón se fueron disolviendo como un azucarillo mientras los de Simeone se ponían en modo fútbol-control para cerrar el encuentro. El buen gol de Diego Costa, tras asistencia magistral de Koke de cabeza, no hizo más que acelerar los acontecimientos y sellar un pacto de no agresión para los minutos que quedaban.
Seguramente el lunes tengan que utilizar un lupa de precisión para leerlo en los medios de comunicación o necesitarán extremar la atención para escucharlo en algún sitio pero la realidad está siempre por encima de lo que, supuestamente, vende o da dinero a los que ya tienen dinero. La realidad dice que el Club Atlético de Madrid es ahora mismo, a falta de pocas jornadas, el líder de la liga española. Es decir, por muy grande y confortable que sea el agujero del avestruz no deja de ser eso, un agujero.