by Victor Hegelman
Como dijo aquel, empecemos por el principio. Algún ignorante valiéndose de la difusión que proporciona el mundo digital, ha lanzado al mundo la siguiente sentencia: “el Atlético Aviación (actual Atlético de Madrid), un club creado durante la guerra civil por el ejército fascista y que luego se valió de las ayudas del gobierno franquista para ganar dos ligas. El Madrid quedaba en la capital como el equipo republicano”. Dado que la acumulación de tonterías en tres líneas es ingente, voy a ir poco a poco para evitar ahogos, y en esta ocasión responderé a la pregunta: ¿de dónde sale el Atlético Aviación? Prepárense porque aunque intente resumir no prometo nada.
Comencemos por el Atleti. ¿En qué situación deportiva llega a la guerra? El Athletic Club (llamado de “de Madrid” como identificación de la ciudad a la que pertenecía que no por ser parte del nombre) jugó en la temporada 35-36 en Primera división para finalmente descender a Segunda tras un dramático partido contra el Sevilla en Madrid que termina 2-3 (el del famoso –para los que mienten, desconocidísimo- penalti fallado por Chacho en los minutos finales).
Durante la guerra el Athletic Club, como los otros clubes, reduce su actividad al mínimo, si bien juega algunos partidos benéficos, por ejemplo, ante un equipo creado por los militares republicanos llamado “Batallón Deportivo”.
Lejos de Madrid y por su cuenta, otro equipo creado durante la contienda bélica, el Aviación (Nacional), nace en Salamanca, en la base aérea de Matacán a mediados del 37, contando con soldados voluntarios y de reemplazo, y con la finalidad de jugar encuentros benéficos con otros equipos militares, obviamente del mismo bando.
Sin embargo, en verano de 1.938 la Batalla del Ebro motiva el traslado del Cuartel General del Generalísimo a Zaragoza y allí se va el equipo aviador. Allí juega amistosos con el Racing de Santander, Alavés, Zaragoza y Real Unión entre otros, y además empieza a jugar partidos oficiales actuando, digamos, como un “club de verdad”. Así, participará en el Campeonato Regional de Aragón proclamándose campeón tras vencer insisto, en partidos oficiales, primero al Recuperación de Levante, luego a la 80ª Compañía de Automovilismo y para rematar, en la final, al Real Zaragoza en su antiguo campo de Torrero. Nótese que el Aviación (Nacional) no era precisamente el único equipo militar o representativo de los nacionales creado en la Guerra Civil, y es que tres años dan para mucho, no siendo tan raro que en una sociedad en la que la población civil bastante tenía con escapar y sobrevivir de cualquier manera, fuera en el seno del ejército donde pudiesen desarrollarse actividades deportivas.
La victoria voladora en el Campeonato Regional le permite participar en la I Copa del Generalísimo en la que eliminó al Betis en octavos de final, cayendo ante el Sevilla en cuartos con un arbitraje en el partido de vuelta en la ciudad andaluza que algunos cronistas de la época calificaron como claramente favorable al equipo sevillano. De hecho el “referee” marcó el final con algunos minutos de antelación ante la invasión de campo que se produjo al marcar el Sevilla el cuarto gol que daba la clasificación a los locales. Un poco raro esto último tratándose del equipo de Franco que recibía favores para ganar, ¿no? Pero sigamos.
La guerra termina el 1 de abril de 1.939 y el Aviación (Nacional), lejos de querer disolverse, establece su sede (o sencillamente domicilio) en Madrid, en el Paseo Martínez Campos 30, siendo la persona de contacto el Alférez Salamanca. Y es entonces cuando toma el nombre de AVIACIÓN NACIONAL.
Evidentemente existe un problema. Con la guerra terminada el equipo aviador no tiene donde aterrizar y, aunque haya participado en la I Copa del Generalísimo no le pueden meter sin más, por ejemplo, en Primera o Segunda División. Hubieran podido empezar desde categoría regional y emprender el tortuoso camino de los ascensos para llegar a la élite, si bien esa idea ni se pasaba por la cabeza de los directivos azules. Era necesaria una fusión con otro club ya existente.
Y lo cierto es que la idea de juntarse con el Aviación Nacional no sólo era interesante para los militares, sino también para los principales clubes capitalinos. Tanto es así que el primer club que corrió a presentar sus respetos y a pedir relaciones duraderas a Martínez Campos, 30 fue el Madrid Fútbol Club (el Real se lo quitó del nombre durante la II República), a través de uno de sus prohombres más destacados, don Pedro Parages. Surge la pregunta, ¿pero no era el Madrid, según el indocumentado “internetero”, el equipo republicano? Pues no, mire usted. Corrieron como gamos a juntarse con “la aviación fascista”, hecho que, por otro lado, era la primera y gran opción que se pasaba por la cabeza de los militares de azul.
Sin embargo, el acuerdo no llegó a cerrarse. Las razones en nada tenían que ver con el presunto republicanismo madridista. Según cuentan, la principal fue las altas imposiciones de los voladores, sobre todo en lo referente a la presencia de sus oficiales en la directiva merengue, algo por lo que no pasaban, insisto, no por falta de afinidad al régimen (que la tenían y mucha) sino porque la fusión suponía demasiados gallos (con uniforme y sin él) en un mismo corral. Molestaba también la posible presencia de la palabra Aviación en el nombre del futuro club, desplazando el Madrid a un plano secundario, así como la posible modificación del escudo con la inclusión de emblemas del Arma de Aviación, aunque estos puntos eran menores con respecto al anteriormente mencionado.
La renuncia del Madrid abre dos nuevas opciones de integración para el Aviación Nacional. La primera que se baraja es el Nacional de Madrid, equipo del barrio Pardiñas – Salamanca. Las ventajas de esta alternativa son evidentes: el Nacional tiene campo propio de “El Parral”, que estaba en lo que hoy es la Casa de la Moneda ( Jorge Juan /Doctor Esquerdo, junto a la vieja Plaza de Toros, hoy Palacio de los Deportes) y en cuanto al nombre, los militares no tendrían ni tan siquiera que cambiar el suyo original (quedaría en Club Aviación Nacional). La otra opción es el Athletic Club (de Madrid). La guerra, indudablemente, había terminado de destrozar a un club en crisis tras el descenso a Segunda del 36. Por no tener no tenía ni campo dónde jugar ya que el Metropolitano había sido arrasado al ser primera línea en el frente de Moncloa y la Ciudad Universitaria durante el asedio a Madrid. Ofrecía un puesto en Segunda División, al igual que el Nacional . Ofrecía además una larga experiencia de sus directivos, y una plantilla en la que todavía contaban importantes jugadores de antes de la guerra como Guillermo, Mesa, Gabilondo, Elícegui o Arencibia. Otros eso sí, estaban inutilizados, valga la expresión, al estar pendientes de clasificación en campos de prisioneros o escondidos tras haber luchado a favor del ejército republicano (a ver, pero ¿no era el Atleti el equipo de los fascistas?), o huidos con la selección vasca (caso de Urquiola) o caídos en combate (Ángel Arocha).
Los aviadores aportarían su organización madurada en la guerra, algunos fondos propios (no demasiados como el tiempo demostrará), infraestructura del ejército, que no venía nada mal en una España destrozada (autobuses para desplazamientos, comida para dietas…) y un equipo deportivo más que interesante, con el famoso Ricardo Zamora como entrenador, y un buen número de jugadores que llegarán a leyendas del fútbol español: Germán, Machín, Aparicio, Campos, Vázquez, etc.
El interés por tanto era mutuo, si bien para los rojiblancos era una auténtica “cuestión de Estado”. Los directivos atléticos Touzón, Fernández Cabello y Galíndez exponen a los demás socios que en caso de no llegar a un acuerdo con los voladores existe un peligro real de desaparición. Las posturas se acercan y finalmente, el 4 de octubre de 1.939 en los locales del Athletic de la calle Alcalá se firman los acuerdos protocolarios por los que se crea el Athletic-Aviación Club bajo la presidencia del comandante Francisco Vives. El nombre de Club Atlético Aviación llega un año después, tras prohibirse los vocablos extranjeros en los nombres de los clubes de fútbol (nacen, entre otros, el Atlético de Bilbao, el Real Gijón o el Real Santander).