by Alfredo Hernández
Mi padre era abogado, muy divertido, muy buena gente, con bigote y muy del Atleti, tan del Atleti era, que se casó con la hija guapa del dueño de Deportes Cóndor.
Esa condición de atlético empedernido facilitó, sin duda, la relación con su suegro y acentuó el atractivo para mí madre.
Él fue socio desde la postguerra hasta 1961, ese año nació mi hermano Manolo y dejar a mi madre los domingos con dos mochuelos parecía demasiado.
En 1968, aprovechando supongo, algún momento de buen humor de mi madre consiguió darse de alta él y sus dos hijos como socios de su Atleti.
No contento con ese logro, desde 1970 convirtió los domingos de un lustro entero en una fiesta.
A primera hora de la mañana, la misa era el sábado por la tarde, recogía a los Grandes, Manuel fijo, a veces Almudena, después con los años Gonzalo.
Bajamos a mi cole, el Buen Consejo, jugábamos al fútbol o a el baloncesto, veíamos algún partido del Valdezarza, con el inefable Mollejas de lateral y después opípara comida preparada por mi madre.
Con el estómago lleno y el marcador simultáneo Dardo recortado de la prensa, en el Renault 12, al Manzanares. Allí nos encontrábamos con otros primos, los Calleja y a un señor muy divertido de Getafe que se sentaba a nuestro lado y sobre todo nos introducíamos en un ambiente mágico, el del Manzanares de aquellos años.
Cuando el partido estaba decidido, a 5 minutos del final siempre decía, «nos vamos chicos, que vuestra madre está sola».
En 1972, creo, el partido estaba más que decidido, 4-1. Yo cuando faltaban 5 minutos dije, Papá, nos vamos. Mi padre me miró muy serio y dijo «tu madre hoy puede esperar, no seas tonto y disfruta el momento”.
El rival vestía de blanco, eran los pringaos que jugaban en Concha Espina, a los que hacía un par de años les habíamos metido 3-0.
Los Pardo, los Grandes, los Calleja y aquel señor de Getafe vimos el partido hasta el pitido final, lástima que no metiéramos el quinto.
Pasaron muchos años, algunos muy oscuros, y de nuevo en él, ahora Calderón, les metimos 4. Mi hijo Alfredo, Manuel Grandes con sus hijos y yo, nos fundimos en un abrazo cuando el árbitro pitó el final.
A la salida mi hijo me dijo » Papa gracias por hacerme del Atleti “, yo miré a Manuel, mire al cielo y le conteste, » las gracias al tercer anfiteatro chaval «.