José Antonio Martín Otín “Petón”
Introducción y epílogo de Fran Estévez
Durante estos días se ha hablado en redes sociales, felizmente, del Racing de Madrid, a raíz de una serie de mensajes escritos por el tuitero “The Robbie Gant” que nosotros, entre otros muchos atléticos de raza, hemos leído con enorme placer.
Ya hace ocho años decíamos, por medio de la inspirada pluma de uno de nuestros fundadores, José Antonio Martín Otín “Petón” (El «Aleti», idea, misión, estilo – Ilustración de Madrid: revista trimestral de la cultura matritense – número 24, Verano 2012) que:
“Todo lo del Racing viene marcado por el nombre del paseo sobre el que cerró su campo el Racing de Madrid: Novelesco. Paseo Novelesco. No podía ser más bonito ni más cabalístico el rótulo que anunciaba la calle que hoy se llama de Martínez Campos, cerca de la glorieta de Iglesia.
Tras una vida guerrera, no exenta de triunfos en el campeonato regional (entonces muy importante) y con ascensos hasta la segunda categoría nacional, el Racing se embarcó con destino a Perú para iniciar una gira fatal. El empresario que les llevó luego a México y Cuba, terminó por abandonar al grupo en Estados Unidos. Intervino la embajada, se desató el escándalo en la prensa y los futbolistas hubieron de ser repatriados por la Federación que, a cambio de los billetes, sancionó al club con un descenso forzoso a la segunda categoría regional.
El Racing no resistió, y murió como tal a finales de 1931. Su masa de seguidores, la tercera en número de las hinchadas madrileñas, se pasó en bloque al Athletic Club de Madrid. La incorporación fue por miles y en todos había un sentimiento atávico de rebeldía ante el poder establecido en el balompié, ya entonces. Eran racistas: aborrecían a los blancos. Aquel aluvión muy claramente conformado aprendió a amar fervorosamente al Aleti con una velocidad sorprendente, e impregnó a la afición colchonera de una fobia secular a la que tampoco era ajena después de lo vivido.
El Racing de Madrid saltaba al campo uniendo los dos colores, el rojo con el negro; si un día, cualquiera de esos en los que los intereses comerciales deciden el equipaje, el Atlético de Madrid presentara a su once enfundado en las camisetas rojas y negras del club que le dio tanto, y juntando los dos escudos saliera a competir, estaría por una vez reivindicando su propio ser y gritando a los vientos del balompié QUE NO HA MUERTO EL RACING PORQUE VIVE DONDE QUISIERON LOS SUYOS: EN EL ALMA DEL ATLÉTICO DE MADRID.”
Esto lo dijimos muchas veces y en muchos sitios. También en los despachos del Atlético de Madrid, y el artículo de José Antonio apareció en una maravillosa revista patrocinada por el Ayuntamiento de Madrid, bajo la dirección del decano de nuestros periodistas: Enrique de Aguinaga.
En la noche del 25 de abril de 1903 para presentar los documentos legales correspondientes al día siguiente, se había fundado el Athletic Club de Madrid, como una sucursal del Athletic Club de Bilbao; así que sus socios formaron una original comunidad mixta, madrileña y vasca.
Como también escribió otro de nuestros fundadores, el historiador Bernardo de Salazar, al Athletic Club de Madrid le costó alcanzar una identidad propia y, aunque primero se independizó del Club de Bilbao, luego inauguró el Stadium Metropolitano el 13 de mayo de 1923, fue decisiva la desaparición del Racing de Madrid en 1931.
Como ha escrito “The Robbie Gant”: “El rojinegro se convertía en rojiblanco bajo el cobijo del Madroño.”
Y como afirmó José Antonio Martín Otín, estos aficionados introdujeron un sentimiento atávico de rebeldía ante el poder establecido, que ya entonces era de color blanco.
Se forjó de esta forma nuestra identidad rebelde, la de resistencia eterna frente al invasor, ese otro club de Madrid que, en palabras de su presidente más longevo, jamás ha entendido cómo se puede ser de Madrid, y no adicto a lo que sea que repartan en el paseo de la Castellana.
Nuestros colores rojiblancos llevan incorporados, en su interior, los rojinegros del Racing de Madrid. Ha llegado la hora de conocerlo … Y reconocerlo oficialmente, con esa anhelada segunda o tercera camiseta atlética que incorpore unos colores que, desde 1931 ni más ni menos, son también los nuestros.
Hágase.