Miedo

 

by Ennio Sotanaz  @Enniosotanaz

 

Real Madrid 1 – At. Madrid 2
 
 
140913-MadridDebían llevarse menos de diez minutos disputados del enésimo derbi que Madrid y Atleti tienen que disputar en Concha Espina a primeras de cambio. Era una jugada sin importancia que ni siquiera recuerdo especialmente. Un ataque madridista que tras algún choque entre jugadores había terminado en nada. Mientras Moyá preparaba la pelota para sacar de puerta, el realizador de televisión ponía su cámara en Godin que hablaba con un Cristiano Ronaldo que le estaba recriminaba algo. En ese momento, como un flash repentino, me acordé de tantos otros partidos similares, hace años, en los que también las cámaras enseñaban las caras de los jugadores en situación similar. Eran otras caras. Las de unos y las de otros. Moyá seguía sin sacar el balón cuando también se me ha pasado por la cabeza aquella frase de Nelson Mandela en la que decía que el valiente no es el que no tiene miedo sino el que es capaz de conquistarlo. Eso es exactamente lo que ha conseguido hacer el Atlético de Madrid de Simeone. Conquistar su miedo hasta dominarlo. La cara de los jugadores del Atleti cuando hace cinco años jugaban un derbi eran la del miedo. La cara del que se siente inferior. Del que asume la derrota a priori. Hoy las cosas son diferentes. Hoy Godin le habla a Cristiano de igual a igual. Sin subirse a ningún pedestal, con los pies en el suelo, pero mirando a la cara. A los ojos. Sabiéndose ganador sin haber ganado todavía. Hoy la cara de Godin es la de Raúl García que es la de su entrenador y que es la mía. Es la cara de alguien que se siente confiado y orgulloso de ser lo que es. Es evidente que además enfrente también lo notan. Las caras de los rivales tampoco son las de antes. Ahora se percibe preocupación. Precaución. Miedo. Pocos segundos después el Atleti marcaba el o-1 y los rasgos se acentuaban todavía más.
 
El Atlético de Madrid ha vuelto a ganar en el Bernabéu y lo ha vuelto a hacer fiel a su estilo, su espíritu y su línea de trabajo. Con un esfuerzo absolutamente generoso, agarrándose al detalle con la misma fuerza que se agarra a lo obvio y ciñéndose como lapas al plan trazado por un entrenador al que nunca podremos agradecerle suficiente lo que ha conseguido hacer con este equipo. 
 
El partido comenzó como suelen comenzar los últimos derbis madrileños, con un Madrid dominando el balón sin hacer nada con él y un Atleti perfectamente plantado en el campo para no dejar jugar. Quince metros fuera del área, con Raúl García y Koke ayudando en los laterales y los dos mediocentros atentos a los cruces. No pasaba nada. El partido no tenía ritmo y el Atleti estaba cómodo en el campo. Con ese líquido amniótico en el ambiente apareció un córner a favor colchonero que puso el miedo en el ambiente, en la grada y en los jugadores blancos. Prueba evidente de como han cambiado las cosas. Pero tenían razón. Koke golpeó el balón como los ángeles para mandarlo al mismo sitio donde lo ha mandado un millón de veces antes. En esta ocasión sin embargo, para desgracia del respetable, Miranda dejaba pasar el balón in extremis para que Tiago, que estaba detrás liberado de su marca, rematara fácilmente a puerta. 0-1. El plan seguía su rumbo.
 
El partido no cambió demasiado tras el gol. Esa extraña afición, que es la afición merengue, siguió en ese sepulcral silencio que con tanto ardor practican y sólo aumentaban el nivel de decibelios para pitar a su propio capitán, un tipo que les ha dado docenas de títulos, que es madridista hasta las cachas y que nunca ha dicho una palabra torcida de su club. Incomprensible, pero sus razones tendrán. El Atleti seguía con su plan pero fallaba algo. Simeone había sorprendido a propios y extraños colocando a Raúl Jiménez como segundo delantero, pero la decisión puede incluso sonar a frivolidad visto lo que el mejicano ha aportado. Nada. Incapaz de llevarse un balón por alto, incapaz de retenerlo, incapaz de combinar con Mandzukic e incapaz de conectar con el centro del campo. Su mala actuación hacía que el Atleti no existiese en ataque. Para mí, acabado el partido, sigue siendo una decisión incomprensible.
 
El Madrid seguía siendo inofensivo pero es un equipo letal con espacios y cada vez que el Atleti tenía algún error en la salida (Gabi no ha estado bien) o no era capaz de acabar la jugada, llegaba con mucho peligro. En una de esas ocasiones Cristiano recogió el balón con Koke y Tiago fuera de sitio con lo que, por primera vez, pudo encarar en solitario a Siqueira. Lo hizo. Penalty claro. El propio portugués se encargó de marcarlo. A partir de ese momento el Atleti se descompuso y el Madrid realizó sus mejores minutos. Llegando antes al balón dividido, distribuyendo con criterio, jugando y llegando. Pero desgraciadamente para sus aspiraciones se topó con un Moyá bastante más serio y solvente de lo que muchos, entre los que me incluyo, pensábamos. Gran partido del portero que se asienta de forma muy sólida en la portería, lugar del que va a ser muy difícil que lo quiten. El árbitro pitaba el final de la primera parte con 1-1 en el marcador. 
 
La segunda parte fue otra cosa. Otra gran obra maestra del Cholo Simeone. Nada más volver de la caseta las cosas volvieron a su cauce, con un Atleti otra vez plantado como una roca y un Real Madrid totalmente desarmado. Pero el Atleti, en contra de lo que mucho enterado suele pregonar, es un equipo que quiere ganar en todos los campos y sabía que para ello había que modificar algo. 
 
El esquema cambió de forma radical con la entrada al campo de Griezmann y sobre todo del gran Arda Turan. El turco es uno de esos jugadores que cambian la cara, el espíritu y el color de un equipo con su sola presencia. Un jugador diferente, genuino y genial que tenemos la suerte de tenerlo vestido de colchonero. Arda dio pausa, salida, fútbol y picardía. También dio el segundo gol a los colchoneros. Un buen pase de Griezmann a Juanfran tras saque de banda, que el lateral metió al área con criterio y que Raúl García, con un gesto técnico soberbio, dejo pasar bajo las piernas para que el gran Turan metiese el balón en el poste derecho de Casillas. La celebración del gol define a este nuevo Atleti. Sin inmutarse. Sin histrionismo. Con rabia contenida. Con respeto. Dando un golpe de autoridad y orgulloso. No hubo más partido. El Atleti cerró todos los poros ante un Madrid incapaz de jugar y que lejos de recortar el marcador a punto estuvo de recibir el tercero después de un balón largo de Moyá que Griezmann no acertó a marcar en boca de gol.
 
El Atleti sigue siendo el Atleti. En construcción, con la incertidumbre de incrustar las nuevas caras en el esquema y expectante ante las multiples combinaciones que ahora son posibles en la parte de arriba del equipo, pero sigue siendo el Atleti. Ese equipo que muere en cada partido y que siempre mira a los ojos. Ese equipo que ya podemos decir, sin temor a equivocarnos, que ha conquistado su miedo.