At. Madrid 3 – Valencia 0

El enésimo partido del Atleti en el Calderón resuelto con goleada tuvo sin embargo truco. No fue precisamente fácil. Aterrizaba en el Manzanares un equipo al que hacía varios años que no se ganaba en liga. Ni dentro ni fuera del propio estadio. Lo digo porque últimamente, incluso en el Atleti, tendemos a olvidarnos muy pronto de las cosas. El Valencia es un histórico en horas bajas que atraviesa un episodio de terror, de esos que a nosotros nos son tan familiares. Con una plantilla menguada con respecto a otros cursos pero aun así, objetivamente, una de las mejores de primera división. También con uno de esos entrenadores crecidos, cuya obsesión por correr más de la cuenta y merendarse la cena le han perjudicado convenientemente. Pero el conjunto levantino salió bien al césped. Conscientes del nivel del partido, asumiendo su papel de no favorito, optó por construir el futuro a partir del rigor táctico, la intensidad y sabiendo que dejar pasar el tiempo con 0-0 corría a su favor. Y lo hizo. De hecho durante varios minutos tuvieron el balón y metieron al Atleti muy cerca de su área. Sin profundidad de cara al gol pero jugando bien, ocupando bien el campo y tapando perfectamente al rival. El Atleti consiguió recuperar el balón relativamente rápido pero no era capaz de hincar el diente al bien estructurado equipo che. Un equipo, el valenciano, que acumulaba jugadores en el centro del campo y obligaba a los colchoneros a sobre elaborar las jugadas hasta perderse en filigranas estériles. También fueron muy hábiles de los de Djukic para parar el ritmo del partido cada vez que los colchoneros intentaban acelerar. Apenas hubo ocasiones en toda la primera parte en la que el equipo levantino salió reforzado y los de Simeone no atinaban con la forma de abrir el partido y llevar el juego a su terreno.
Pero la segunda parte fue diferente. Simeone había visto que el Atleti, en su intento desesperado por marcar, había estirado demasiado las líneas y estaban jugando muy separados. Fue la primera receta mágica que hizo cambiar las cosas. La segunda fue la de aplicar un poco más de intensidad. Recurriendo entonces a la marca de la casa, equipo junto y ritmo, los rojiblancos se dedicaron a jugar casi exclusivamente en campo contrario, a abrir el campo por las bandas, a estar mucho más activos arriba y a empezar a llegar con peligro. También empezó el recital de Diego Costa, un jugador superlativo que sin dejar de hacer lo que ya antes hacía bien, incorpora cada día nuevos recursos a su repertorio. Está de dulce y a estas alturas, por méritos propios, es ya un delantero de talla mundial. Tremendo jugador. Y como no, suyo fue el primer gol. Simplemente recogiendo un balón en el centro del campo, llevándolo en eslalon vertical hasta el área y empalándolo para, casi sin ángulo, meterlo en la red (con ayuda del portero rival, para mi gusto).
Todos sabíamos que en cuanto el Valencia, un equipo muy tocado anímicamente y con grandes dudas en sus propias posibilidades, recibiese el primer gol se acababa el partido y así fue. Afortunadamente éste llego avanzada la segunda parte porque de otra manera, estando además como está el Atleti, el resultado podría haber sido de escándalo. Más todavía. Simeone decidió enseguida sustituir a Villa por Raúl García. Solamente a través de ese respeto reverencial que el Cholo tiene por los códigos de vestuario se puede explicar que el navarro no sea titular a estas alturas y si lo sea Villa. El Güaje no está. No creo que sea un tema físico (se le ve bien) sino de chispa. De inspiración. No está. No se va de nadie y no le sale nada. Creo que merece un poco de banquillo y creo además que le vendría bien. En el otro lado está Raúl García. En estado de gracia. Nada más salir aprovechó un rechace en el área para hacer el segundo. El tercer gol vino de nuevo de la mano de Diego Costa que seguía en su empresa personal por demostrarle al mundo lo que es. Primero marró un penalti que pareció haberlo dejado tocado como si su error le privara al Atleti de ganar la Copa de Europa. Es tremenda la ambición que tienen hoy en día los jugadores que llevan la camiseta del Club Atlético de Madrid. Pero el hispano-brasileño siguió intentándolo hasta que llegó un segundo penalti. Simeone dijo que lo lanzara Raúl García pero los jugadores, haciendo gala de esa comunión verdadera, esa fortaleza anímica que les hace ser equipo por encima de jugadores, decidieron que era Diego Costa el que tenía que lanzarlo. Y lo hizo. Y metió el 3-0. Y el equipo salió reforzado.
Suma y sigue. A falta de tres jornadas para terminar la primera vuelta seguimos en lo más alto con las señas de identidad intactas y dando una imagen de poderío y seriedad que me hace sentirme muy orgullosos de mi equipo. Por supuesto que queremos ganar la liga pero el objetivo es evidente: partido a partido.
Ennio Sotanaz @Enniosotanaz