Y si no nos enfadamos. Mi primer partido en el Calderón

 

Juan Pedro Valentín

 

17Yo no fui al Metropolitano. Yo fui al Calderón cuando el Calderón era el estadio Manzanares. Aún no se había terminado la tribuna superior (ni la baja ni la alta). Recuerdo verla en obras desde el fondo norte y a mi padre decir: “Cuando se acabe nos vamos allí”. Mi hermano fue un año antes que yo al campo. Yo era demasiado pequeño aún y me quedaba en casa. ¿Cuándo fue eso? Pues no lo sé. Seguro que si cruzo mis recuerdos  con los datos de internet encuentro el año preciso. Pero ni lo sé ni me importa.

Mis recuerdos de la infancia están asociados a momentos en ese estadio, a partidos del Atleti, a nombres de jugadores. Pero también a otros lugares rojiblancos como el campo del Cotorruelo, el del Moscardó o el Magariños (con su insuperable bocata de tortilla para combatir el frío de “la nevera”). Los fines de semana se teñían de rojo y blanco y daba igual que jugaran los juveniles, el madrileño o las féminas del balonmano. Allí estábamos nosotros. Y yo encantado porque además no tenía que ir a misa.

Yo no estuve en Heysell, por supuesto, pero tampoco en el Calderón cuando la Intercontinental. Tenía sarampión. Pero recuerdo a mi hermano llegar a mi cama entusiasmado con la victoria: ¡Campeones del mundo! Aquella victoria nos quitó el trauma del gol de Schwarzenberg. De ese día recuerdo el gol de Luis, a Gárate cayendo en el córner y los tacos de mi hermano para pasmo de mi madre.

No tengo certeza de cuál es mi primer recuerdo de un partido en el Manzanares, pero tengo nítida una imagen de Betancort parando a pocos minutos del pitido final un disparo del Atleti en un partido que no ganábamos al Madrid. Lo sé porque ya estábamos de pie dispuestos a salir, porque no veía nada en medio de tanta gente, porque logré ver como Betancort hacía la parada y pensé: “Vaya, se la ha parado, con lo gordo que está este portero”.

Por lo demás, recuerdo el marcador simultaneo Dardo. ¡Vaya lío que nos hacíamos con quién era el que tenía el penalti a favor! Menos mal que siempre había uno con transistor para sacarte de dudas. Recuerdo el murmullo en el campo cuando había gol en otro campo que nos favorecía (algo imposible ahora). Recuerdo, ya en el segundo anfiteatro, ganar al Depor y ser campeones de Liga (con un gol de Luis, por cierto).

También recuerdo tener que salir de casa muy pronto para ir al campo, recuerdo los atascos en el puente de los tres ojos de la M30, tener que dejar el coche tirado en cualquier arcén de la autopista y caminar y caminar y caminar hasta llegar al campo. A veces era divertido llegar pronto y disfrutar de la verbena que se instalaba en el descampado de enfrente y otras pasar por el decorado de la película “Y si no nos enfadamos” de Bud Spencer y Terence Hill, que se estaba rodando allí mismo.

Y recuerdo al Frente Atlético cuando era la Peña Rubén Cano (¡aquí estamos, la Peña Rubén Cano!) y las matinales con Pradito y Rubio; y los servicios para mear sin separación; y el estadio sin marcadores electrónicos para que corriera el aire: y a Aparicio primero y a Carlos Peña siempre; y llegar a casa con el pelo oliendo al humo del puro del de arriba y a mi madre indignarse: y a un vecino de localidad que siempre pedía “penalte” en lugar de “penalti” y que era amigo de Ayala (no imaginaba nada mejor en el mundo que ser amigo de Ayala).

Son recuerdos inconexos. Tengo muchos más y todos coinciden en algo. Son momentos felices. Son mi vida. Mi vida en rojo y blanco.